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Mi hermana trapecista

Francisco Mª Martín Medrano




“Cuando la trapecista abre la puerta de su caravana, sale para ir directamente al cielo”.
Greguería de Javier Sáinz Moreno


“Piensa en mí”,  la canción interpretada por Luz Casal, o la película “La verdadera naturaleza de Bernadette” podrían haberse inspirado en la persona de Graziella. “Pese a la miseria del universo, todavía una está ahí, luchando por pequeñas utopías. Creo en la sonrisa que ofrezco en la pista. En una tienda de Mar de Plata me reconoció una señora <>. ”

Graziella es hija de una familia numerosa y hermana del director de orquesta Carlos Galán Bueno. A los quince años comenzó a entrenar en el gimnasio Moscardó de Madrid y llegó a ser campeona de España en la especialidad de cama elástica. “Estudiaba Biológicas, Mayor Zaragoza me dio clases de Bioquímica, y en cuarto, con veintidós años, me incorporé al circo. Algunos profesores me ayudaron y me permitieron hacer trabajos en lugar de los exámenes. Hoy me quedan dos asignatura para terminar,  Botánica y Ecología, no es que éstas me disgusten, pero se me acabaron las convocatorias”.

Era 1980 cuando Juan Farga, Rosa, Jesús y ella realizaron su primera temporada como Los Graziella, acróbatas en la cama elástica, en el Circo Ruso de Ángel Cristo. Vivían en una tienda de campaña que en Granada, con las lluvias, se les inundó. “Los demás podrían pensar que éramos los hippies, pero en realidad éramos muy ingenuos. No sabíamos lo que podían darnos por el número, así que fuimos a preguntárselo a otros empresarios, los hermanos Tonetti, pues tenían fama de honrados”.

La alternativa como trapecista volante la recibió al terminar la temporada siguiente en el Palacio de Cristal de Oporto. “Recuerdo la sensación de cosquillas en el estómago, mezcla de deseo y temor. Pero Alfredo Silver siempre sabía animarte, inculcarte el amor por el trapecio y, muy importante, te hacía ver cada ejercicio como fácil, tanto que acababas por creerlo”.  En esta especialidad actuaría, años más tarde, como doble en la película “Siesta”. No sólo las exigencias del oficio sino también su inquietud por aprender le permitirían iniciarse como bayadera sobre elefantes, gaucho y bailarina en la cuerda vertical o en pista. Así, cuando trabajaba en el Circo Jumbo y al recalar éste en Luarca, una señora le permitió vestirse con su traje regional asturiano.

De 1985 a 1990 formó, junto al portor santanderino  José Crespo, el dúo Cristal,  un número de cuadrante aéreo, con el que  llegaron a actuar dos temporadas en Asia. “En muchas ocasiones, Jose era el que salvaba los trucos, recibiendo golpes y contratiempos, al yo ejecutarlos mal. Fue uno de los grandes.” Se adelanta a decir, aunque al  público no le pasaban desapercibidas sus ganas de agradar, de dejarle algo de ella; notábamos que disfrutaba con su trabajo. Quizá ésta resultó ser la clave para permanecer seis temporadas en Roncalli. “Bernard dice que en su empresa hay personas Roncalli, felices con lo que hacen: el saxofonista Tillo o mi compañera del ballet Katherine, quien ahora estudia fisoterapia con el sueño de visitar los circos aliviando las dolencias de sus gentes”.

“Hará unos diez años cayó en mis manos un ejemplar del País Semanal que hablaba de un circo poético, Roncalli; hoy es uno de los espectáculos con más reputación en Europa. Desde entonces, quizá inconscientemente, los  contratos que aceptaba los hacía depender de acercarme a él. Así acepté el trabajar en el Circo Hellas en Alemania. Con algunos de sus músicos nos fuimos a ver Roncalli  a Hamburgo; me encantó, todavía conservo la entrada. Medio año más tarde me llamaron mis amigos los Bells para realizar una sustitución en su troupe de trapecistas volantes, tenían contrato para actuar en Viena, en una producción que codirigía Bernard Paul. Es una persona con carácter, cálida y exigente. Trabajando con él sabes que todo va a funcionar: música, luz, vestuario,... Él ha sido un maestro para mí en la concepción de mi número de trapecio. Me hizo ver que los peligros y riesgos excesivos rompen la comunicación con el público porque se le hace sufrir, en lugar de disfrutar. Al número que había estrenado en Asia, cuatro años antes, le empecé a quitar ejercicios, trabajé más relajada y elaboré una historia. La música me la compuso especialmente mi marido, Germán Díaz”. El resultado es la escenificación de su amor por el trapecio, suma de las distintas artes en las que ha trabajado. Irrumpe en la pista bailando música con aires de inspiración flamenca, descubre el trapecio, surge la atracción y se acerca a él ascendiendo por la cuerda. Los ejercicios que siguen nos describen el encuentro.  Con el beso se enciende la corona de lucecitas de la cúpula, cambia la música  y la felicidad de la pareja –trapecio y ágil- la percibimos en los ejercicios ya con vuelo oscilante. Sin brusquedades, sin contratiempos, con la aparente facilidad y fragilidad del vuelo de paloma. Viene a continuación la separación del trapecio, el descender por la cuerda a la pista y la dedicatoria al público de su flor, que nos viene a decir que esta pasión suya por el trapecio le compensa si ha sido de nuestro agrado.

 Un semanario argentino la calificó como “alma del circo”. Joan Brossa y Graziella se profesaban admiración mutua, su esposa se acercó un  día a saludarla, tras la muerte del poeta, y le firmó un libro en nombre de su marido. “Recuerdo que, en otra ocasión, una señora que presenciaba la función junto a mi marido, sin conocerle, se lamentaba: <>”.

Cuando le preguntamos por los secretos de espectáculos de primera clase contestó: “Un aspecto fundamental es poder contar con la música en directo, pues ésta te envuelve, la sientes físicamente  y te compenetras con la banda. El número cobra más consistencia y fuerza. Con la cinta es inútil, no hay diálogo y complementación, no te queda más remedio que seguirla tú a ella; si cometes un error, no te saca de ningún apuro, el resultado es pobre. Otro, dada su importancia en la vida, es la risa; por eso es fundamental que los payasos sean buenos. Recuerdo la gratitud de una enfermera nacida en la antigua Yugoslavia, y a la que habíamos invitado a Roncalli, por haberles hecho reír a ella y su marido después de años”.

El encanto del museo de carromatos Raluy, el circo poético español, también atrapó a Graziella. En él su talento creador ha fructificado en momentos entrañables para el público, como la despedida de la función que realiza bailando sobre las puntas con tutú, mientras Luis interpreta música de Nino Rota con la concertina; del que el cronista circense Héctor Francica escribió: “Aquí en Argentina mucho público se emocionaba con el final. Asistí a él dos veces por día durante tres meses. Una verdadera obra de arte la lograda por Graziella, Miquelet y Luis”. Este último nos dijo de ella: ”Graziella es una gran profesional. Se exige mucho y esto para los que trabajamos con ella en la pista es más que un estímulo”. Otros instantes mágicos que hechizan son los del juego con el globo, entre ella y el público, a la vez que Francis Raluy interpreta con su guitarra la Cabatina de John Williams; antes de que este atleta trepe por una percha llevando otra en la frente, con Graziella en el otro extremo para permitirla alcanzar el globo que se había escapado elevándose a la cúpula. Con esta atracción estuvieron dos temporadas en Roncalli.

Su trayectoria, que incluye: bailarina ecuestre, con la célebre Yasmine Smart; o cómica en el trapecio, junto a Esther,  e incluso trapecista en diferentes galas de Roncalli, alcanzaría la leyenda si añadiese una temporada en este último circo como titular del trapecio. Sin duda que así se cumpliría uno de sus sueños. Pero, independientemente de esto, nos parece igualmente importante que su talento se aproveche como profesora en una escuela de circo o directora artística de una empresa; su debilidad por el baile, o el trombón  tendrían también su proyección, además de su experiencia y dotes: “Siempre me ha gustado ensayar, aunque hubiese que madrugar para tener libre la pista. En una ocasión una coreógrafa me pidió que le ayudase en un ballet en las cuerdas verticales. Insistí en  los ensayos para que cogiesen fondo y las fuerzas no les fallasen si hubiese algún contratiempo. Esto les permitió a algunas de mis compañeras poderse desenrollar la estafa de la que pendían y no quedarse colgadas arriba al finalizar el número.”
 
“Me quedé con ganas en Argentina de haber practicado más el tango, algo que cada día me gusta más”. Precisamente la primera estrofa de uno compuesto por Manuel Romero, que tiene música de Gerardo Matos dice, a  los sones  del bandoneón:
“Yo soy la muchacha del circo.                                    
Por una moneda yo doy
un poco de humilde belleza,
un poco de tibia emoción.
Yo soy la muchacha del circo.
Por esos caminos yo voy,
ceñida en mi malla de seda,
Repartiendo a todos
flores de ilusión”
Estos versos también parecen escritos para hablar de ella. Un amigo que no tiene hermanas, al igual que yo, se quedó pensativo y concluyó preguntándome tras el reencuentro con la artista: “¿No te parece que Graziella es la hermana que hubiésemos querido tener?”

 

El presente artículo fue publicado en la revista teatral "la Ratonera" y se reproduce con la debida autorización.

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