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Pilar Ducci y la historia del circo chileno

Llegó septiembre, llegaron las Fiestas Patrias. También el circo, una tradición chilena poco documentada, pero que una investigación quiere recuperar. Las anécdotas sorprenden: desde sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial hasta huérfanos que se enamoran de las luces.  
Juan Ignacio Rodríguez Medina Franz Marek, uno de los más grandes domadores de la Europa de entreguerras -trabajaba con hipopótamos, cocodrilos, elefantes, leones y tigres, entre otros animales- sobrevivió al bombardeo aliado que aniquiló la ciudad de Dresden y debió huir del viejo continente junto a su circo. Viajó a Latinoamérica y a fines de los 50 fue contactado por el dueño del legendario circo chileno "Las águilas humanas". Marek tiene hoy 94 años, está sano y vive en Chile junto a su mujer, su hija y los recuerdos circenses.

Ésta es sólo una de las numerosas y desconocidas anécdotas que cuenta la historia del circo chileno. La documentación que existe es escasa: alguna novela, revistas, diarios, y algunos libros centrados en otras temáticas, que tangencialmente nombran al circo. Ese vacío busca llenar la investigación que realizan actualmente la bióloga Pilar Ducci y el fotógrafo Francisco Bermejo. Ante la poca documentación existente, su principal fuente ha sido la tradición oral, los recuerdos que los artistas circenses guardan de lo que, al fin, no es más que su vida familiar.

En ese camino han descubierto que el circo reproduce mucho de la sociedad chilena: todos hacen de todo, aparece como constante la habilidad "chasquilla" de arreglar carpas y vehículos con un alambrito, pero, sobre todo, emerge el aparente liderazgo paternal que se sustenta en la realidad del poder materno. Han descubierto que toda la gente de circo en Chile tiene algún vínculo familiar o, por último, de amistad; que existe el artista nacido y criado en el circo, que se pueden remontar hasta siete generaciones familiares. "Eso es lo bonito -expone Pilar-. Es una forma de vida que se sigue traspasando de padres a hijos".

También han podido observar la solidaridad de la gente de circo. "Hay historias de niños huérfanos de siete u ocho años que se acercan a las luces y los colores, que se fascinan con ese mundo. Se transforman en los hijos adoptivos del circo". Hay casos emblemáticos, como el Toni Caluga y el Toni Colihue, quienes se sumaron al circo siendo niños. O el de Alejandro López, el Tony Zapatín, que hoy tiene 84 años y que con once se enamoró de una trapecista de nueve, se integró al circo, creció en él y se casó con su amor, quien murió hace un año.

El payaso chileno

Pilar ha reconstruido cierta trayectoria del circo en Chile. Ya a finales del siglo XVIII hay registro de artistas en el país, posiblemente españoles que llegaron a principios de la centuria. Eran familias de volatines -trapecistas y equilibristas-, gimnastas, acróbatas y "graciosos" (el término "payaso" se acuña a mediados del siglo XIX). Trabajaban en las plazas de toros, en las plazas de los pueblos, en casonas de fundos, etcétera.

A comienzos del siglo XIX salen de la calle, comienzan a actuar en teatros y empiezan a cobrar una entrada, ya no una donación voluntaria, que les permite estructurarse mejor. También colaboró en esta evolución el ejemplo de los circos extranjeros que visitaban Chile y que influyeron en las rutinas del circo nacional. "Para fines del siglo XIX, el circo chileno tiene una estructura cimentada en las tradiciones circenses que cada grupo trae desde su patria de origen (al principio eran españoles, pero después se agregaron italianos, alemanes, palestinos, etcétera), sumado a lo aprendido de los circos extranjeros", explica Pilar Ducci.

Durante ese siglo, el circo se embarca en la tarea de construir una identidad nacional (incluso hay antecedentes de circos que brindaban funciones a las tropas durante la Guerra del Pacífico). Así nace la estructura del "circo criollo", que perdurará hasta la década de 1970. Es el circo con "segunda parte": en la primera estaban los payasos, trapecistas, acróbatas, y en la segunda había pantomimas que recreaban episodios de la historia chilena, como el Combate Naval de Iquique o la vida de los próceres. Otro elemento criollo de esa segunda parte era el folclor. "Por ejemplo -expone Pilar-, en la familia Parra fueron todos circenses".

En ese desarrollo hay un elemento identificatorio que resalta con fuerza propia y que permite hablar de circo chileno: el humor. "La comicidad del payaso chileno es muy singular de nuestra idiosincrasia: la talla rápida, la pillería, la capacidad de hacer crítica social desde el humor". "Por ejemplo, en Perú no los anuncian como payasos: dicen: 'Hay chilenos'. Y se sabe que el chileno que está presente es un payaso", revela Pilar.

A diferencia, por ejemplo, del payaso europeo, el chileno interactúa mucho con el público, lo que constituye un ingrediente más del espectáculo: el tony se burla de algún espectador, éste le contesta y el payaso tira una talla de vuelta. "Es un tipo de comicidad que llega a ser en muchos casos casi un monólogo; hay grandes ejemplos: el Tony Chalupa en los 20; Chicharra y Caluga en los 50, 60 y 70. También están las parejas: el Tachuela grande y el chico; el clown Pollito Pérez y el Caluga". Es el humor -reflexionan Francisco y Pilar- que hoy vemos, por ejemplo, en programas como Morandé con Compañía y ya antes con duplas como Don Francisco y Mandolino.

De todos modos, la investigación no pretende hacer una cronología del circo, sino recuperar su historia, su memoria y mostrar su vigencia. Vigencia que quizás explica la falta de un registro circense, pues es la cotidianidad de un grupo de gente que no ve en ello nada histórico, tal como no lo ve uno en levantarse en la mañana y dormir en la noche. Es ahí donde se inserta el trabajo de Pilar y Francisco, en llenar ese vacío, en hacer un reconocimiento sin romanticismos, sino con hechos. "Nosotros, como chilenos, no nos damos cuenta de la riqueza cultural que se alberga dentro del circo", concluye Pilar.

Chico, pero no pobre

Los investigadores se encargan de descartar el mito del circo pobre e incluso la idea de que el circo chileno está muriendo. Se dijo eso cuando apareció la radio, luego con el cine y más tarde con la televisión. Pero siguen: cada septiembre llegan a Santiago a estrenar sus nuevas rutinas, con nuevas carpas y trajes, para luego partir durante el verano al sur y después al norte hasta agosto.

"El circo pobre no existe", sentencia Pilar. "Los espectáculos se llenan, en los circos chicos y los grandes. Quizás en Santiago hay muchas posibilidades de entretención -y aun así los circos se llenan en esta época-, pero en los pueblos, en provincia, donde hay dos canales de televisión, el circo es el gran hito. La gente los espera y saben quién llega -'viene tal circo con tal payaso', 'oye, ya estamos a fines de febrero, ya están por llegar'-".

"No existe el circo pobre, existe el circo chico", distingue Pilar, y Francisco acota: "Porque en el circo más chico igual hay una inversión de veinte o treinta millones de pesos". ¿Y el circo Chamorro? Sí, se da eso de que quien corta las entradas después hace de payaso y antes instala la carpa. Lo hacen todos. Pero no es un signo de pobreza, sino parte del afán y la pasión hacia lo que, al fin, es su negocio, su día a día, su vida de la cuna a la tumba."Mi papá me contaba que cuando se inició se buscaban un árbol y de ahí amarraban el ruedo y buscaban un gancho para colgar el trapecio... En los fundos, como tenían una sola lámpara, hacían una boletería, y la gente misma iba llegando con sus sillas y los chonchones y los ponían a la orilla de la pista. Había que esperar que llegara la gente para tener luz"."Mi abuelita hacia títeres... Con tanto viaje se les perdían... hacían su funcioncita... y cuando le tocaba hacer los títeres, se daba cuenta que le faltaban algunos... "¡pásame! ¿andai con pañuelos?", y lo ponía en triángulo en una cebolla y le pintaba ojos y boca y con su muñoncito... y así lo hacia. Esos eran los artistas... Después de la función nos daba apetito y no teníamos qué comer y hacían cebolla frita. Después decían que mi abuelita se comía a los artistas". Tina Neira (84 años, ex trapecista del circo Caupolicán y del circo Hermanas Neira).

Detalles de la investigación
"¿Vamos al sur a sacar fotos?". "Vamos". Así empezó el viaje de Pilar Ducci y Francisco Bermejo el verano pasado. Llegaron a un circo y Francisco comenzó a tomar fotos. Les gustó la experiencia, partieron a otro y otro, y decidieron hacer del viaje una búsqueda de circos. El trabajo aún está en proceso. Recibieron dineros del Fondart para financiar la segunda parte de la investigación y todavía les queda viajar al norte, y en el caso de Francisco, elegir un circo para residir allí al menos veinte días. Quieren publicar para el Bicentenario una obra dividida en dos: un libro con las imágenes del circo actual, y el otro con el anecdotario y la investigación histórica hasta la década de 1970 (el resto lo consideran demasiado reciente). Si usted tiene fotos o información, contáctelos en hoycirco@gmail.com.

Franz Marek: el domador que sobrevivió al bombardeo de DresdenSi se trata de brillo y glamour, el espectáculo circense chileno alcanza su esplendor en las décadas de 1940-60 , en particular con la Empresa Chilena Cóndor, de Enrique Venturino, dueña del circo Águilas Humanas y del teatro Caupolicán , donde se hacían las presentaciones.

A los payasos chilenos se sumaban artistas extranjeros. Uno de ellos fue un domador, Franz Marek , del circo Sarrasani: "Quizás el más grande de Europa durante el período de entreguerras", cuenta Pilar. Estaba ubicado en Dresden, en un recinto para cinco mil personas que ya en 1920 contaba con luz eléctrica, calefacción y aire acondicionado. Marek llegó a Alemania en la década del 30, proveniente de Checoslovaquia, y siendo muy joven se convirtió en empleado del circo Sarrasani . Luego ascendió hasta convertirse en ayudante de la dueña del circo, Trude Sarrasani, una gran domadora de caballos.

Marek aprendió el oficio, primero con caballos y luego con elefantes, hasta llegar a ser domador de hipopótamos, cocodrilos, leones, tigres y más. Llegó la Segunda Guerra y, al final de ella, el bombardeo a Dresden, se perdió el teatro y Marek vio cómo murieron sus hipopótamos y muchos de los animales . Salvaron lo que pudieron. El circo, incluido Marek, viajó a Brasil y luego a Argentina, donde permaneció once años. En 1958 Marek es contratado por Enrique Venturino para trabajar en Chile, en el circo Águilas Humanas. Hoy tiene 94 años, está retirado, pero lúcido, vive en Chile con su segunda mujer y la hija de ambos y recuerda sus años de circo. "Franz Marek -cuenta Pilar- era una estrella. Yo creo que ni Brad Pitt podría haber competido con lo que era él".

Las dinastías circenses y sus grandes figurasPilar Ducci calcula que en Chile hay algo más de cien circos, aunque es difícil contarlos, pues muchos de fusionan, otros se dividen y algunos se guardan. Entre los grandes están Los Tachuelas, Circo Universal, Circo Golden, Circo Mazzini . Circos con casillas (casas rodantes) de 150 mil dólares y carpas de cuatro torres que albergan hasta dos mil personas. Entre las familias más tradicionales (por antigüedad o logros) están los Neira , quienes llegaron a Chile en 1821 y poseen circos grandes, medianos y pequeños. Otros clanes, con hasta siete generaciones en el circo, son los Maluenda, los González, los Farfán, los Ventura, los Corales , los Cárdenas, los Cáceres, los Quiroz, los Tapia, los Tello, los Salazar y los Riquelme . Entre los que han destacado afuera están también los Gasaui y los Pontigo . Pilar Ducci cita el caso de los Sánchez , en particular de Manuel, quien aunque no provenía de una familia antigua fue uno de los fundadores del sindicato circense en 1935. Era diarero y uno de sus clientes fue Arturo Alessandri, quien le dijo que juntara veinte firmas y le armaba el sindicato. Lo hizo.

Los casos de éxito en el extanjero son muchos. En los 40 está Marcos Droguett; el Tony Ñico , quien hizo su carrera en el Ringling Bros., el circo más grande del mundo, y que posee una placa conmemorativa en el museo del circo en Sarasota, Estados Unidos. Los Farfán, una familia de trapecistas, ganó dos veces en los 80 el "Clown de Oro" , el Oscar circense que se entrega en Montecarlo; los "Flying Farfan" también estuvieron en el Ringling Bros. y dos miembros jóvenes actúan hoy en el Soleil de Las Vegas . También en el Soleil, pero en el de Japón, hay dos miembros de la familia Ventura, Vicente y Fernando. Otro caso es el del Toni Pastelito , Agustín Maluenda (hijo del Tachuela chico), quien hoy triunfa con el circo de los Hermanos Vásquez en Estados Unidos, donde es considerado uno de los mejores payasos; en su misma familia está Tabayara Maluenda , domador del Ringling.


Publicado en el Diario "El Mercurio", Domingo 20 de setiembre de 2009

Fuente: http://diario.elmercurio.cl

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