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No es ésta la primera biografía de un artista de circo español. Con anterioridad a la presente, hemos podido leer en castellano las vidas de los payasos Ramper, Charlie Rivel o Miliki, del ventrílocuo Vences, del faquir Daja Tarto, de la trapecista Miss Mara, del mentalista Fassman o del equilibrista Eduardo Cardenal.
Tampoco es éste el primer libro escrito por Pinito del Oro. La excepcional trapecista también ha brillado como prolífica escritora con seis libros publicados hasta el momento entre novelas, recopilaciones de cuentos e incluso un ensayo sobre técnica del trapecio.
Sin embargo, muy probablemente sea ésta la única autobiografía real de un artista circense español. Nadie más que Cristina Segura, Pinito del Oro, ha humedecido la pluma para escribir cada una de las líneas que configuran este volumen. Es la primera vez que Pinito escribe en primera persona y, merced a su experiencia en la narración, su relato fresco discurre ameno a través de las páginas. La autora sabe plantear las diferentes situaciones acaecidas a lo largo de su vida y, a través de éstas, transporta al lector en un viaje cargado de anécdotas, descripciones, opiniones… fragmentos de vida, al fin y al cabo, de una de las máximas artistas que han producido las artes escénicas de nuestro país.
Por todo ello, la publicación de estas memorias tiene mucho de acto de justicia, y su aparición consolida el objetivo primero de la colección de monografías históricas “Javier Sáinz Moreno”: sacar a la luz estudios inéditos sobre las realidades circenses iberoamericanas.
Pinito, referente circense internacional
El público español, de tradición taurina, siempre fue amante de idolatrar a los “cabezas de cartel” y con Pinito encontró un referente en quien volcar su admiración. Junto al de la trapecista, han sido poquísimos los nombres de artistas de circo españoles que han gozado de una popularidad palpable entre el público: el domador Ángel Cristo o los payasos Charlie Rivel, hermanos Tonetti y la familia Aragón serían contadas excepciones.
En los sesenta, el rostro de la trapecista canaria era habitual en el papel cuché, llegando a protagonizar numerosas portadas de revistas de sociedad, lo que hoy llamamos “prensa rosa”.
Otro de los parámetros que nos indican que nos encontramos frente a una artista de gran popularidad es que el mercado haya ofrecido, en algún momento, recuerdos con su efigie (hoy se prefiere llamarlos ‘gadgets’ o ‘merchandaising’). En España, siempre refiriéndonos al circo, tan sólo han existido productos derivados de Ramper (discos, barajas y juguetes de lata), Rivel (puzzles, juegos infantiles, muñecos…), la familia Aragón (discos, muñecos de cuerda, postales…) y Pinito del Oro. En las páginas a color del libro se reproducen tres banderines relativos a diferentes actuaciones de la trapecista.
Por último, un valor que no deja lugar a dudas sobre la notoriedad de una artista es su aparición en las enciclopedias. Pocos artistas circenses españoles se encuentran reseñados en ellas y, sin embargo, Larousse, Espasa o Salvat, por tan sólo citar las más comunes, no olvidan la vida y hazañas de Pinito.
Mujer de excepcional belleza y forjado carácter
La infancia y juventud de Cristina Segura parecen propias de un personaje de novela romántica: una pequeña niña frágil ninguneada por sus hermanos, en busca de cariño, huérfana de madre, con madrastra, que gastaba sus horas leyendo sobre los polvorientos fardos ocultos bajo la grada del modesto circo familiar.
Sin embargo, tras sus rotundos éxitos en América, la aparente novela romántica más bien da un giro hacia el cuento infantil del patito feo. La cautivadora sonrisa de Pinito encerraba el talento de una gran artista, la feminidad de una mujer presumida y el bagaje propio de alguien intelectualmente inquieto. No es casual, pues, que la envidia de sus compañeros la persiguiera permanentemente condenándola a una soledad que sus lecturas paliaban en parte.
En los Estados Unidos de mediados de los cincuenta, la figura de Pinito se convertía en un icono de la sensualidad: la bella artista de rasgos latinos, de cuerpo atlético, capaz de jugarse la vida a diario. Esa condensación de exotismo provocó que varios fotógrafos inmortalizaran a Pinito en los alrededores de la carpa del Ringling como si de una auténtica pin-up girl se tratara.
En la sociedad actual, que ha acuñado el término “ni-ni” para definir a los miles de jóvenes que ni estudian ni trabajan, la vida de Pinito constituye un bello ejemplo de superación, tenacidad, disciplina, perseverancia, rigor, método y esfuerzo.
En recientes declaraciones, el insigne bailarín Nacho Duato, refiriéndose a sus diferencias con la política cultural del Estado, trataba de lo complicado que resulta hablar bien de uno mismo sin que ello pueda parecer un ejercicio de pedantería. Sin duda alguna, una artista de la talla de Pinito se ha encontrado ante tal situación en la redacción de su biografía. Somos conocedores del gran peso específico de la autora en su ámbito profesional, sin embargo es probable que su modestia, ayudada por el olvido, le haya hecho camuflar algunas hazañas como logros menores. Así, en el discurrir de las páginas, Pinito no peca de arrogancia, sino que ofrece un leve reflejo de su meteórica trayectoria.
Máxima figura del mayor espectáculo del mundo
En el Ringling Bros and Barnum & Bailey, el mayor circo ambulante de todos los tiempos, hay muchas maneras de aparecer en las tres pistas, alternadas por dos escenarios: desde figurante en algunos de los multitudinarios desfiles hasta estrella solista en la pista central. Las posibilidades eran múltiples y el lugar que se atribuía a cada artista iba en relación a su peso específico en el universo de la pista. La pugna para acceder a una categoría superior era real y la competencia entre los artistas se palpaba diariamente.
Para comprender el valor de una artista como Pinito del Oro basta con hojear el enorme libro sobre el circo norteamericano que recientemente ha publicado la editorial Taschen . En él aparece una fotografía en blanco y negro a doble página que muestra un momento del espectáculo del Ringling: se trata de una producción en la que participan centenares de personas y donde se adivina un ballet de más de cincuenta chicas, cada una de ellas subida a una cuerda vertical, ocupando el perímetro de las tres pistas. El buen observador podrá identificar, en medio de la magnitud del espacio y del importante gentío, una frágil figura de trapecista sobre la pista central. Pues bien, todo lo que en la foto aparece no es más que la presentación del número de la trapecista canaria. Pasados los primeros segundos del número, ballet, figurantes y carrozas desaparecían y el gigantesco circo quedaba a oscuras a excepción del foco que iluminaba a Pinito. Y así fue durante ocho años consecutivos…
El estrellato circense mundial, integrado por nombres como el malabarista Rastelli, los volantes Codona o el alambrista Con Colleano, encuentra en Pinito la máxima expresión en el trapecio de equilibrio.
Descubrimiento de Perezoff y estrella de Carcellé
Pinito fue una artista excepcional a la que acompañó la fortuna: ¿cómo hubiera discurrido su carrera si un día no llega la visita del agente Perezzof al modesto Circo Segura? ¿Qué habría sucedido si no hubiese podido recuperarse al cien por cien de alguna de sus tres caídas?
Charlie Rivel afirma en sus memorias que es en los pequeños circos donde nacen los grandes artistas. El payaso catalán, cuya infancia transcurrió por los humildes circos de las ferias de barrio parisinas como Lambert o Zanfretta, sabía bien de lo que hablaba. Históricamente, el circo Ringling ha mostrado especial preferencia por la contratación de artistas latinos. Aún hoy, hay que destacar el importante papel que como cazatalentos y agente artístico realizó Juan de la Cruz, Perezoff, en la exportación a América de profesionales circenses españoles. El alambrista Tonito, la trapecista Miss Mara, los malabaristas Hermanos Marialex o el rulista Monroe son algunos ejemplos de artistas descubiertos por Perezof que hicieron carrera en el Ringling.
Pero si bien Pinito fue descubierta por Perezoff, a su regreso a España la trapecista se convierte en una artista prácticamente exclusiva de don Juan M. Carcellé, empresario circense clave en el desarrollo del circo español de los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo XX .
Carcellé nace en Olot (Girona) el 27 de mayo de 1895. Hijo de Feliciano Martínez, coronel de infantería destinado a La Jonquera, y de María de la Cinta Carcellé, hija de Tortosa (Tarragona). A los seis años su padre se retira del ejército y la familia se traslada a la ciudad natal de la madre. En Tortosa, el pequeño Juanito estudiará con los hermanos de las Escuelas Cristianas. A los 15 años sus padres lo mandan a Madrid donde oposita para ingresar en el cuerpo de funcionarios de Telégrafos (1916) y llega a ser jefe administrativo de primera clase. Con un par de amigos, Pepe Muñoz y José Muntaner, funda una primera agencia artística. Se casa en 1922. Se retira voluntariamente de Telégrafos para crear su propia agencia, Circuitos Carcellé, con el fin de dar mayor movilidad a sus artistas de variedades.
A finales de 1940, Carcellé empieza a programar espectáculos de variedades en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Poco tiempo más tarde asume la gestión del Circo Price de la Plaza del Rey de Madrid, cargo que ostentará durante casi dos décadas, de 1941 a 1959. En 1956 crea los Festivales Mundiales del Circo, que tendrán como escenario el Palacio de Deportes de Barcelona. Carcellé también se encargó de producir en nuestro país las giras de notables circos extranjeros: el holandés Mikkenie (1949-50) o el alemán Holzmuller (1951). A menudo recibía a los artistas en su oficina de la Gran Vía madrileña, un despacho atendido por una de las personas de su máxima confianza: el hijo del caricato Ramper. Carcellé muere en 1978, a los 83 años.
La relación entre Pinito del Oro y Carcellé se inició tras la visita del payaso Eduardini , otro de los hombres de confianza del empresario, al circo Ringling. Carcellé, hábil en las estrategias publicitarias del momento, ideó una operativa encaminada a lanzar a la trapecista como magna estrella circense nacional. El primer revuelo mediático que Carcellé organizó en torno a la trapecista sirvió para beneficiar el lanzamiento de la primera edición del Festival Mundial del Circo, celebrado en el Palacio de Deportes de Barcelona (Navidades 1956-57). La carrera de la trapecista junto a Carcellé la llevaría por las pistas del Circo Price de Madrid, el Circo Price en ruta por España, el Coliseo dos Recreios de Lisboa o el Gran Circo Español, una sociedad del empresario con los directores de la compañía de revistas Los Vieneses, los austríacos Arthur Kaps y Franz Johan, que haría una tournée por España en 1960.
En varias ocasiones, Pinito aqueja las ausencias de Carcellé que, demasiado atareado con sus quehaceres, delegaba en su esposa Pepita o en el periodista Alfredo Marquerie –otro de los hombres de confianza del empresario– las atenciones que debía prestar a la trapecista. A pesar de su incesante actividad, y en unos tiempos con otros medios de transporte que los actuales, el día a día de Carcellé no le permitió estar presente en todos los momentos clave de la carrera artística de Pinito. Arturo Castilla, empresario circense que rivalizaría con Carcellé, trata del empresario en estos términos en las páginas de su libro autobiográfico :
“Pronto su organización se vio convertida en un pulpo gigante, cuyos tentáculos se extendían por toda la geografía española. Su actividad alcanzó tal dimensión, que sólo en el año 1946 mantenía en gira por provincias, tres compañías de variedades arrevistadas bajo el denominador común de “Circuitos Carcellé”, además de su circo itinerante “Price de Madrid en viaje por España”, cuya singladura acababa de iniciar con buena fortuna.
En pocos años, el nombre de Carcellé adquirió una pujanza desconocida hasta entonces en el mundo del espectáculo español”.
Figura en el franquismo
Tal vez habrá quien quiera hacer una lectura politizada de la niñez de quien fue estrella bajo el régimen de Franco. Hablar, en el caso de Pinito de “juguete roto” –como se ha hecho con los niños cantantes Marisol o Joselito– carecería de sentido, puesto que en su juventud la trapecista no estuvo sometida a la presión mediática española: sus logros iniciales pasaron discretos en su pequeño circo familiar y sus primeros grandes éxitos se vivieron en Estados Unidos, lejos de una España que aún la ignoraba.
Sin embargo, tras su regreso a España, la trapecista sí se convirtió en un símbolo de la “grandeza” de una España capaz de generar artistas únicos que causaban la admiración de los norteamericanos. En numerosas ocasiones, Pinito fue protagonista en el NO-DO, el noticiario que se proyectaba obligatoriamente en los cines previo a la película (1942-1981). Para acompañar las imágenes de una de sus actuaciones en el Circo Price de Madrid, el locutor se expresaba así:
“En el circo, Pinito del Oro mantiene en vilo al público con sus atrevidas acrobacias en el trapecio. ¡Más difícil todavía! Sobre un pie y de perfil. Otro volteo que suspende el ánimo de los espectadores: con una rodilla y sin posibilidad de sujetarse en el caso de perder el equilibrio. Pinito, gran artista canaria, se dispone a realizar su número más difícil y peligroso: de cabeza sobre la barra del trapecio, en la cual no hay soporte ni estafa ninguna…. Así se mantiene firme, segura, tranquila. Nadie, nadie sino ella es capaz de realizarlo. Parece mentira pero es verdad. Pinito del Oro desciende triunfadora del trono movible del trapecio. Ya está en la pista, sobre el suelo que no tiembla ni vacila, pero mientras recoge el premio de las ovaciones piensa con alegría en su próxima actuación. Jugándose la vida, un día tras otro, Pinito del Oro es feliz. Gracias a ello podemos decir que la mejor trapecista del mundo es española”.
Una trapecista singular
La crítica dijo de Pinito que desafiaba las leyes de la gravedad y hacía lo que jamás había hecho ni haría nunca nadie. La vasta comunidad mundial que forman las gentes del circo, incansables perfeccionistas, deja poco espacio a las proezas únicas. Y a pesar de ello, el repertorio al trapecio que ofrecía Pinito no se ha vuelto a repetir con el mismo nivel de ejecución, plasticidad y riesgo. En la historia circense española son escasos los casos de “trucos” irrepetibles; algunos ejemplos serían la compañía del acróbata ecuestre Willy Frediani con su columna a tres a caballo, el malabarista Gran Picasso con sus juegos malabares con pelotas propulsadas por la boca, Arturo Segura y su familia con su combinación de icarios con cama elástica o la antipodista Consuelo Reyes y sus series únicas de giros de trankas (cilindros) con pies y manos.
En una época donde todo es objeto de copia y de piratería, la palabra auténtico goza de especial favor y ese adjetivo es de los que mejor se amoldan a la figura de Pinito. Como Pinito era marca de Carcellé, los rivales de éste –la joven empresa Feijóo-Castilla, que más tarde llegaría a contratarla– se embarcaron en un estéril intento de clonar a la sin igual artista. Aprovechando que una de las sobrinas de la trapecista, Carmen, hija de Raúl, hermano de Pinito, ejecutaba algunos pasajes en el trapecio, Feijóo-Castilla la contrató. La empresa intentó lanzar a su nueva artista con el nombre de Carmen del Teide, pero ni el hecho de proclamarla reina de un espectáculo en el Palacio de Deportes de Madrid conseguiría ensombrecer lo más mínimo la aureola de Pinito. Más adelante, los empresarios del Circo Mundial, los hermanos González, o Eduardo Cardenal harían lo propio con Rosa Mari Segura, anunciada en todos los carteles como “sobrina de Pinito del Oro”. Eran los años ochenta, diez años después de la retirada de la trapecista canaria, y aun así, su nombre seguía siendo un claro referente para un público incapaz de olvidar el arrojo de la gran estrella.
La popularidad de Pinito en España fue tal que, aun retirada del trapecio, los empresarios circenses seguían llamándola para proponerle que, desde la pista, cumpliera las funciones de presentadora de sus atracciones. Así sucedió en los espectáculos Circorama, Magic Circus (dirección Arturo Segura) en Huelva y Circo Cardenal, en gira por el archipiélago canario .
Este texto fue publicado como parte del Prólogo al libro "Pinito del Oro. Memorias de una trapecista. Autobiografía", Colección Javier Sáinz Moreno, nº 2. Barcelona, setiembre 2010.
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