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El padre Jesús César Silva (Ourense, 1933-2011), fundador de la Ciudad de los Muchachos, se acercó el viernes 24 de abril de 2009 a Olazagutía para hablar del proyecto fundado en 1956 en Benposta (Ourense), desde donde se extendió a todo el planeta con la ley piramidal como principio. "Abajo los fuertes, arriba los débiles y en la cumbre los niños". Su labor ha sido reconocida con diferentes premios. Asimismo, ha sido nominado para el Premio Nobel de la Paz.
La entrevista que reproducimos seguramente fue una de las últimas que concedió antes de retirarse debido a una salud que daba las primeras señales de flaqueza. El pasado 2 de septiembre fallecía el capellán más activo de la historia del circo.
¿Qué le llevó a un joven jesuita a fundar la Ciudad de los Muchachos?
Estaba preparándome para ir de misionero a América y me encontré a un grupo de muchachos que no estaban contentos con el mundo que había. Yo les dije que otro mundo es posible si ellos estaban dispuestos a construirlo. Era una utopía y ellos creyeron lo que estaba diciendo. Entonces cambié mi proyecto y me quedé en Ourense. Era el 15 de septiembre de 1956.
¿La utopía es posible?
Siempre he creído que sólo la utopía educa, que no existe pero puede existir. Así comenzó este sueño que se cristalizó con el tiempo en muchos lugares del mundo a través de un espectáculo nacido en la única escuela de circo que existía en Europa. El Circo de los Muchachos fue el ventanal abierto a través del cual nosotros propagamos al mundo lo que llamamos la ley piramidal. El mundo puede cambiar cuando los fuertes estén abajo, los débiles estén arriba y el niño en la cumbre. Todo lo contrario de lo que sucedía en el mundo y sigue sucediendo. Los niños son siempre los más desfavorecidos. Llevamos esa ley piramidal a 80 países, más de 200 millones de espectadores. Por ello, no faltaron los problemas y las persecuciones.
Las ciudades Benposta tienen su propio sistema de gobierno.
Lo menos importante, y lo que más llamó la atención, es que era una ciudad democrática con su gobierno. Se hicieron las votaciones para alcalde 22 años antes que en España. Lo más importante era que se iniciaba un movimiento juvenil que denominábamos de redención y cambio. De redención por el concepto cristiano que movió todo mi trabajo apostólico y social y de cambio por la marca social política que debía imprimirse al mundo.
¿No surgió con un el fin de ofrecer asistencia docente y espiritual además de material a muchachos desfavorecidos?
No. Su fin no era asistencial sino ser un lugar donde crear una conciencia de liderazgo en los jóvenes para que cambiasen nuestra sociedad. Buscábamos no encajar a los niños en una sociedad injusta.
El proyecto nació en Benposta, aunque desapareció en 2003. Después se extendió por todo el planeta. ¿Difieren mucho las ciudades de unos países a otros?
En Ourense sigue la manzana de la discordia. La finca de 150.000 metros cuadrados que mi madre me regaló y que ahora está en suelo urbano. Por lo demás, las Ciudades de los Muchachos se rigen por los mismos principios en los diferentes países. Su funcionamiento es democrático, no existe la propiedad privada y es autosuficiente económicamente, con su propia moneda.
En relación con la finca, estos últimos años han surgido problemas jurídicos.
Traspasamos a la Xunta un terreno para la construcción de 250 viviendas sociales. Cuando iba a firmar, en la Caja me pidieron todo el terreno. Entonces la Xunta asumió el proyecto. Después quisieron hacer un campo de fútbol y pusimos una denuncia. Luego, profesores de Benposta, animados por la Xunta, quisieron hacerse con los terrenos y decidí cerrar la escuela. Entonces me denunciaron.
También ha habido denuncias de malos tratos.
Es un invento. Es como si condenasen a un obispo por no saber decir misa. Han hecho daño pero tengo la conciencia muy tranquila.
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