Enviar esta articulo: |
RSS | Enviar | Comentar | Imprimir |
|
Valoración |
¿Fue Faustino Chacón, el incombustible spaniard, señor Lionetto del que habla Harry Houdini en su libro Miracle mongers and their methods?
El asiriólogo dominico Jean Bottéro se quejaba de que el fuego no haya dejado demasiadas trazas escritas [1]; Señalaba, por ejemplo, que ningún manual o libro de cocina proporciona la receta del agua hirviente. Sin embargo la receta para volverse incombustible estaba escirta desde hacía mucho tiempo, pero pocos o nadie la habían leído.
El hombre incombustible y los faquires españoles
En agosto de 1803 [2] actuó en Madrid un hombre que aseguraba poder resistir la acción del fuego sin quemarse. Ofreció una única sesión privada en casa de D. Francisco Antonio Zea en la que tocó con los pies desnudos tres hierros al rojo vivo, los tomó en sus manos hasta enfriarlos y, una vez calentados de nuevo, los pasó por su lengua. Después hundió las manos en aceite hirviendo, con el que se lavó la cara y enjuagó la boca.
El ciudadano Robinson, un profesor al que se anteponía el título de ciudadano porque residía en el París posrevolucionario, acompañaba al hombre incombustible, de cuyas proezas tuvo conocimiento en Cádiz. El nombre del fenómeno era Faustino Chacón y venía precedido de una fama extraordinaria. ¿Existe propaganda más efectiva que el hecho de haber salvado de las llamas a varias personas en una confitería del barrio de la Viña, incendiada tras el bombardeo de Cádiz por la flota inglesa de Jervis y Nelson? Era visto como un fenómeno asombroso que sorteaba las leyes de la naturaleza, provocaba el interés de los curiosos y desafiaba el discernimiento de los físicos.
Noticia de un hombre poco sensible al fuego
Nacido en Toledo, Faustino Chacón era de origen muy humilde [3]. Su madre se llamaba María Avellaneda y su padre, Antonio Chacón se ganaba la vida como quincallero, mercadeando con objetos baratos de metal. Pasó su infancia en Talavera, una ciudad situada en el camino de Lisboa, que tenía una especial relación con el fuego y el calor, pues su principal industria era la loza y en ella abundaban los alfares y hornos de fábrica. Pero su infancia concluyó abruptamente a los diez años pues tuvo que abandonar la casa para ganarse la vida como pudiera. Durante dos años trabajó como jornalero en Oropesa, cuyo suelo es proclive al maíz, las patatas y el tabaco. Faustino Chacón era un fumador compulsivo y algunos de los sabios que estudiaron su caso, llegaron a afirmar que esta costumbre favorecía su incombustibilidad.
Por entonces pasó muchos trabajos y necesidades. Una helada noche de invierno que se encontraba en una situación extrema, con el ingenio avivado por el hambre, recordó que su madre le había contado que a los pocos meses de vida cayó en un fogón sin quemarse. Dio en pensar que si pudiera repetir impunemente la experiencia, tal vez podía ganarse la vida. Probó a encerrarse en un horno de pan. Trató la lumbre y no sintió efecto alguno [4]. El resultado fue satisfactorio y marchó a Jerez y Cádiz, donde repitió la experiencia cada vez que se encontraba sin fondos. Fue entonces cuando se produjo el bloqueo y posterior bombardeo de Cádiz por la flota inglesa y Faustino Chacón salvó la vida a varias personas en la confitería del barrio de la Viña.
El caso llegó a oídos del profesor Robinson, quien se informó de otras experiencias que había las familias pudientes de la ciudad. Resultaba impresionante comprobar que el fuego lo máximo que provocaba en su cuerpo era un calambre sin consecuencias, ni siquiera desagradable. ¿Una cualidad innata o adquirida? Faustino Chacón aseguraba que el uso del tabaco favorecía sus facultades ignífugas. Pero se trataba de un jornalero analfabeto del que era difícil obtener informaciones precisas. El padre de Faustino le confirmó que su hijo disfrutaba de la incombustibilidad desde niño. Robinson quedó convencido que el asunto era digno de estudio y que la determinación de tan insólitas propiedades podía suponer un notable avance para la ciencia. Fue entonces cuando se ofreció para acompañarle a París para que se sometiese al examen en la Escuela de Medicina.
Pero antes hace un alto en Madrid, donde Faustino Chacón muestra su rara cualidad en casa de D. Francisco Antonio Zea. ¿Por qué allí? Zea, el anfitrión, era un destacado científico que dos años después alcanzaría la dirección del Jardín Botánico de Madrid. Lo curioso es que estaba deportado en España por sus actividades conspirativas en el virreinato de la Nueva Granada. Con el tiempo acabaría convirtiéndose en uno de los principales dirigentes de la independencia de la colonia [5], que adoptó el nombre de Colombia.
Zea había pasado tres años preso en el castillo de San Sebastián de Cádiz y alguno más confinado en la ciudad sin poder salir del perímetro de sus murallas. Pero al iniciarse el siglo XIX, el Ministro Urquijo permitió su traslado a Paris, para completar su formación, con la intención de que regresase a Nueva Granada para hacerse cargo de la culminación y publicación de la obra del botánico José Celestino Mutis, que había dirigido dos expediciones botánicas por el Reino de Nueva Granada.
En París, Zea entró en contacto con eminentes científicos algunos de los cuales intervendrían en la comisión encargada de valorar la realidad o quimera de las propiedades del hombre incombustible. Desde allí participó en las controversias sobre las ideas de Mutis respecto a la quina, que despertaron agrias discusiones con los botánicos Casimiro Gómez Ortega e Hipólito Ruiz [6]. Zea defendió la idoneidad de la Quina naranja de Nueva Granada que algunas casas comerciales negaban, con el apoyo de ciertos botánicos, para favorecer la Chichona del Perú que distribuían.
Todo ello da una idea del ambiente en la que se desarrolló la experiencia del hombre incombustible que, también, provocó una notable controversia. Zea era una persona comprometida con las ideas ilustradas, que al igual que el conocimiento científico, eran patrimonio de una reducida élite intelectual. La mayoría de la población se mantenía ajena a la educación moderna y sus referentes para pensar se encontraban en la religión y las creencias tradicionales.
Cuando Zea retorna a Madrid se convierte en la mano derecha del prestigioso botánico Cavanilles [7] que le nombra segundo profesor del Jardín Botánico. En su casa constituye uno de los cenáculos donde casi todo se discute, se ponen en cuestión los fundamentos del saber y se difunde y digiere la revolución científica en marcha. Aúna la dedicación científica con la inclinación por la política. Es nombrado, simultáneamente, segundo redactor de dos periódicos oficiales: la Gaceta de Madrid y El Mercurio. En la Corte eran habituales las actuaciones callejeras de los traga-fuegos. El más famoso de los que tenemos noticia se apodaba El Manco [8]. Goya representaría en acción a uno de ellos en una deliciosa aguada de tinta roja y sanguina, datada una década más tarde, en 1816- 819. Destinada a formar parte de Los disparates, no se llegó a grabar.
El interés suscitado por las habilidades de Faustino Chacón alcanzó otra dimensión. Tanto la Gaceta de Madrid, como El Mercurio ofrecerán noticia de la curiosa “performance” que se concibe como un examen científico e implica una serie de pruebas que juzgará un público ilustrado.
El Mercurio cita a tres personas relevantes, todos ellos del círculo político que rodeaba a Godoy: Zenón Alonso, primer Oficial de la Secretaría de Gracia y Justicia y funcionario del Consejo de Indias; el abate Juan Antonio Melón que, por entonces, dirigía el Semanario de Agricultura y Artes [9], dirigido a los Párrocos; y D. Joseph María Duran, otro criollo ilustrado que había sido desterrado de América, encarcelado en Melilla y confinado en la metrópoli.
La actuación provoca un apasionado debate. ¿Era Faustino Chacón, refractario al fuego? ¿Se trataba de una superchería? ¿Llegaron a alguna conclusión? Con el tiempo veremos que sí. Pero en aquel momento se quejan de su marcha precipitada. Sólo pudieron efectuar un examen somero porque Robinson estaba ansioso por presentar en París el prodigio.
De cómo un analfabeto hace dudar a los más doctos
Esta nueva sesión tuvo lugar en el anfiteatro de la escuela de Medicina y a ella asistieron varios Jean-Baptiste Huzard, un veterinario que reunió una biblioteca de cuarenta mil volúmenes, subastada a su muerte con el sugerente nombre de biblioteca del fuego [10]; Charles Boucher [11], el médico que conservó las cenizas del corazón del rey Henrique IVº, cuyo cadáver fue desenterrado y quemado por los revolucionarios; Philippe Pinel, médico especializado en el tratamiento de las enfermedades mentales, para las que proponía un tratamiento moral; François Chaussier, médico y químico, pionero de la medicina legal, Raphaël Bienvenu un cirujano muy querido, por su abnegación y piedad con los enfermos; y Jean Noelle Hallé promotor de la higiene y la vacunación y futuro médico de cabecera de Napoleón Bonaparte.
Científicos prestigiosos, de personalidades variadas, que mantenían concepciones diferentes y, a menudo, opuestas. Entre ellos Louis Bernard Guyton-Morveau , magistrado y químico, partidario de que la combustión era consecuencia de la liberación de una sustancia hipotética llamada flojisto; Faustino Chacón adoptó el nombre artístico de senor Lionetto. Senor con n, pues la grafía ñ no existe en otros idiomas. Repitió las experiencias ejecutadas en casa de Zea y realizó otras nuevas. Esta vez se enjuagó con ácido nítrico, muriático y sulfúrico, recorrió con una vela encendida la superficie de pies y piernas y hundió las manos en agua hirviendo y saturada con sal.
Fue una sesión abierta al público, a la que asistió un verdadero gentío que pudo comprobar que el fuego, el ácido y el agua hirviente no dejaban señal alguna de quemadura. El cutis permaneció fino y suave [12] y la lengua carnosa. Sólo advirtieron una pequeña mancha amarilla en la palma de la mano que no le producía dolor, ni molestia alguna. Previamente había permanecido diez minutos, en un horno para vidrio, a elevada temperatura. Sólo se quemaron sus ropas.
La expectación por el dictamen de los sabios era grande. Pero la opinión no era unánime y nunca lo sería. ¿Cómo es posible que el fenómeno fuera tan difícil de observar y analizar por un auditorio en el que se encontraban algunos de los más perspicaces científicos? Antes de proseguir me gustaría señalar que la objetividad a la hora de afrontar casos como este es relativa, pues un hecho aparentemente prodigioso desencadena expectativas inusitadas y es un acicate para la imaginación. Un ejemplo representativo sería el del médico Charles Boucher. En sus Memorias describe las experiencias a las que sometieron los físicos al joven español. Le aplicaron hierros al rojo vivo – escribe - y este individuo no dio señal alguna de dolor. Incluso el fuego no ha dejado más marcas que las que dejaría en una piedra. Se le ha aplicado agua fuerte en la boca y las encías, el paladar y la lengua han permanecido intactos. De inmediato empieza a especular con las posibilidades que abre una persona dotada de tales cualidades: No sé si el gobierno prestará toda la atención que merece un individuo semejante; - prosigue - Podrá servir en los incendios de manera muy ventajosa para salvar a los habitantes de una casa incendiada. Este cirujano conocedor y eficiente, hombre culto, de carácter sensato, no puede impedir que la idea de incombustibilidad incendie su imaginación. Si ha adquirido esta cualidad por un secreto exclusivo, debe comprársele a muy buen precio. Todos los periodistas están asombrados y ninguno ha pensado cómo utilizarlo. ¿Qué ventajas se derivarían para las artes de la cristalería, de la forja, si se hallara la manera de manipular los materiales empleando solamente pinzas?
Aun así llama la atención cómo un grupo de sabios escogidos pudieron sentirse confundidos, cuando no claramente burlados por los procedimientos que pudiéramos llamar etnológicos, mezclados con una indudable intuición escénica, de un hombre sin instrucción, totalmente analfabeto. Para comprenderlo es preciso tener en cuenta cuáles eran los conocimientos y la concepción dominante del calor que compartían los científicos a comienzos del siglo XIX.
En el siglo XVIII los físicos no concebían el calor como un tipo de movimiento. La excepción fue Daniel Bernoulli quien esbozó un modelo de la estructura de los gases, en el que planteaba que estos eran átomos en continuo movimiento, que colisionaban entre sí y con las paredes del recipiente que los contenía. Sus proposiciones sobre la Mecánica de los fluidos, hoy conocidas como Teoremas de Bernoulli, fueron publicadas en 1738 [13], pero fueron desechadas, en beneficio de la teoría del calórico. A principios del siglo XIX, en el proceso de combustión, la liberación del flogisto – que era el anterior principio del fuego – se sustituyó por la absorción de oxígeno y la liberación de calórico, se convirtió en el nuevo principio del calor: la hipótesis dominante, sugerida por los métodos calorimétricos de medición, era que existía una sustancia nombrada caloricum que se conservaba y que fluía de cuerpo en cuerpo. Distintos materiales tendrían distintas capacidades para esta sustancia de fricción, y al friccionar dos cuerpos el caloricum sería literalmente extraído [14] .
En algunas situaciones la calle es una buena universidad y proporciona argumentos para sumergirse en la realidad y ejercer la duda metódica sobre cualquier construcción intelectual. Creo que es el caso de Boucher: el recuerdo de una artista callejera, que formaba parte de una compañía de volatineros le inspira sensatez en sus ensoñaciones. Sus compañeros le aplicaban una pala calentada al rojo vivo sobre la planta de los pies. Boucher logró informarse de que previamente la mujer se frotaba jugo de cebollas. De manera que concluye: Pero no nos abandonemos a Ideas demasiado halagüeñas, es preciso que nuevas experiencias nos prueben hasta qué punto este hombre es una salamandra o un saltimbanqui.
La sangre, la orina y los excrementos de Faustino Chacón fueron atentamente analizados por los sabios, pero el dictamen definitivo se retrasó. Durante mucho tiempo se aguardó con especial expectación la opinión de Pinel. Pero no acababa su informe, en tanto intenta algunas de las experiencias. Muchos años después, Harry Houdini, consideraría la actuación en París, en 1803, de The incombustible spaniard, señor Lionetto [15], como un fenómeno maravilloso, precedente de una especialidad en el mundo del espectáculo que adquiriría una gran popularidad en los años siguientes.
El arte de los traga-fuegos evoluciona
[16] publicado en 1806 relata que depositaba una moneda de cobre al tiempo que introducía los pies en agua fuerte, Y no sacaba los pies hasta que esta se deshacía. Tomaba el pañuelo con el que se secaba el sudor, lo aplicaba a las llamas y no se quemaba. Se pasaba una barra de hierro al rojo por la cabeza y el pelo se ensortijaba, sin chamuscarse. Metía los pies en una caldera de plomo derretido y cuando este se coagulaba, los extraía con las manos. Se lavaba las manos y los pies en aceite hirviendo, en el que freía un huevo. Todo está más medido, más pensado y es más visual. El número, que era efectivo pero tosco, con estas y otras sutilezas se coinvierte en un auténtico espectáculo. Durante su actuación – señala el folleto - no daba muestras de dolor alguno, manteniendo un carácter risueño y una entera serenidad, explicando cuanto hacía con un tono natural y jocoso.
Para los espectadores las preguntas siguen en el aire porque es difícil negar lo que aprecian los ojos, el fuego no le afecta. Cualquier detalle se aquilata para discernir si es una facultad adquirida o hereditaria, El hecho de que beba aguafuerte ¿influye en la resistencia al fuego de su cuerpo al igual que enronquece su voz? El posible influjo del tabaco se cita una y otra vez. Se descubre que tiene una hermana melliza que no disfruta de las mismas aptitudes. Y se empieza a recoger noticias sobre otros similares. Se habla de una dama de Orleans que sellaba su lengua con lacre y de otro francés, de piel gruesa y grasienta, que caminaba sobre una barra al rojo vivo que no son muy relevantes. Si lo son los dos ejemplos ingleses que nos colocan en la pista de donde proceden las habilidades de Faustino Chacón. El folleto menciona a un sujeto que residía en Londres, que manejaba y hasta lamia un hierro ardiente, mascaba azufre, cera, resina y carbones, todo ardiendo tan vigorosamente que en sus llamas se asaban ostras. El autor del folleto sufre una confusión porque inmediatamente habla de un químico llamado Richardson que ponía sobre su lengua un ascua de carbón, sufriéndola allí todo el tiempo necesario para asar un pedazo de carne cruda, sin dar la menor muestra de dolor, aunque se soplase el ascua para reanimarla. El autor ha invertido los papeles. Quien prefería la carne asada era Robert Powell, un showman extraordinario que perfeccionó las viejas artes de los traga-fuegos medievales en las ferias británicas. A Richardson era a quien le gustaban las ostras. Lo que si es cierto es que ambos cocinaban sus plato preferido en la punta de lengua, sobre carbones encendidos, que los espectadores avivaban soplando o con un fuelle.
Otros gustos culinarios de Powell eran más estrafalarios. Fue célebre la sopa que obtenía mezclando brea, azufre y otros combustibles en una escudilla de hierro que ponía al fuego. Cuando empezaba a hervir, se la comía a cucharadas, que seguían borbolleando dentro de su boca.
John Eveling [17] expresa en su diario su admiración por Richardson y, también, un detalle que será esclarecedor. Durante la feria de San Bartolomé en octubre de 1672 tuvo ocasión de recibir en una casa de Leicester a Richardson, el famoso traga-fuegos. Tras devorar azufre ardiendo, se bebió un vaso de cerveza y realizó el número de asar una ostra en la punta de la lengua. Luego ingirió un combinado de cera y azufre en llamas y tomó una gruesa pieza de hierro y cuando ardía más intensamente, la pasó entre los dientes, y luego por la mano, y la tiró por ahí como una piedra, de manera que observé no se preocupaba en mantener mucho tiempo [18]. Excelente observación que no debemos olvidar: Richardson sólo podía mantener el contacto con el hierro al rojo durante un breve lapso de tiempo.
Las referencias a Powell y Richardson que hemos encontrado en el primero de los folletos dedicados al hombre incombustible tienen la virtud de situar las habilidades de Faustino Chacón en el marco que le corresponde, el de los espectáculos de magia. Powell y Richardson ejemplifican la mutación de la cultura popular dominante en la sociedad occidental desde la Edad Media en la naciente cultura de masas. Habían perfeccionado el añejo arte de los traga-fuegos que junto a los traga-sables y otras suertes que, con el tiempo, englobaremos en el término faquirismo, eran diversiones habituales en las ferias.. Los hombres salamandra, nombre por el que se les conocía, en su versión más generalizada empleaban bolas de estopa de lino o cáñamo, que remojaban en aceite y a las que prendían fuego. Ayudándose de unas tenazas las colocaban en la punta de la lengua. La sensación era que el fuego salía de su boca y lanzaban grandes bocanadas, mientras un humo denso y negro flotaba alrededor.
Es significativo que el folleto no califique de traga-fuegos u hombre salamandra a Richardson. Le denomina químico. En la época, las aproximaciones y correspondencias entre la ciencia y el ilusionismo eran estrechas y las sensaciones mágicas estaban determinadas, en una doble dirección, por el acervo de conocimientos. Por una parte los magos no sólo se presentaban como profesores de física o como, en este caso, químicos, también tenían que recurrir a principios científicos para realizar sus maravillas. Por otra, para el público, la sensación mágica de lo que veía aumentaba o disminuía en función de su comprensión científica de los hechos. Como hemos apreciado en la actuación De Faustino Chacón en París ante el tribunal científico, las actuaciones de los hombres incombustibles, de los traga-fuegos y de los hombres salamandra impresionaban, pues no se llegaban a comprender los principios científicos sobre los que reposaba su arte y sugerían un poder sobre el fuego similar al de la salamandra, el mítico reptil capaz de vivir en las llamas sin quemarse. Una situación ambigua. La magia ilusionista era un acicate para formularse preguntas, un laboratorio para la investigación científica y un vehículo de divulgación de la ciencia no sólo para el público profano, sino también para los iniciados, muchos de los cuales la practicaban. Y al tiempo es un antídoto para el desencantamiento del mundo provocado racionalización cultural y la convicción de que todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Desde esta perspectiva, la magia sería un principio reactivo de reencantamiento.
Curar con saliva
El segundo folleto [19] Arte de hacerse incombustible ó Exámen de los medios y específicos de que algunos han hecho uso para resistir... la acción del fuego, no es una mera descripción de los fenómenos observados. Quien lo redactó es persona inquisitiva y de indudable preparación. Pienso que puede ser D. Joseph María Duran y más adelante daré mis razones.
Como es habitual en la época se inicia con una exposición histórica, aunque su contribución principal será la revelación de los métodos que emplean algunos para manipular el fuego engañando a los crédulos. La primera cita es de Virgilio, quien en la Eneida [20] en boca de Arunto pone los versos siguientes:
Y en su piedad fiando. Y sus favores,
Sus santas brasas sin temor pisamos…
Versos que en pocas palabras relacionan tres conceptos claves con la ancestral costumbre de caminar sobre el fuego: la petición de un favor a los dioses, la fe en ellos y la superación de una prueba arriesgada.
La cita de Virgilio en el folleto sirve para recordar que, en su versión más extendida, la de caminar o danzar sobre brasas ardientes, el arte de tolerar el fuego sin quemarse es una práctica común a diversas culturas. De lo que se deduce que desde muy antiguo se conocían virtudes y específicos contra la actividad del fuego [21]. Como ejemplo de ello, menciona a los saludadores siguiendo la orientación ilustrada iniciada por Feijoo [22]. En su Teatro crítico universal analiza minuciosamente las prácticas de los saludadores que fueron en España curanderos a los que se atribuía el poder de sanar personas y animales aquejados de rabia o hidrofobia, mediante el aliento o la saliva. A la supuesta capacidad de curar unían la de ser inmunes a la acción del fuego.
Fuegos míticos
Es una práctica que deriva de los llamados maestros del fuego, aquellos que al domar el fuego y controlar sus efectos, lo emplean para múltiples operaciones, además de calentar o iluminar. Como el alfarero que modela la arcilla o el herrero que da forma al hierro. J. G. Frazer identifica la historia de la Humanidad con las tres etapas de este aprendizaje. Imaginemos una primera Edad sin fuego. Una segunda Edad en la que se aprende a utilizar una de sus propiedades - el calor - y se desarrolla la técnica de la cocción de alimentos, la alfarería y la metalurgia. Y una tercera Edad en la que se desarrollan las técnicas de iluminación.
Aunque los poderes del herrero y alfarero son de un orden distinto, en las viejas culturas, en las más arcaicas, comparten con el chamán la condición de maestros del fuego. Mircea Eliade brinda una razón convincente. El alfarero modela formas nuevas en la arcilla con la intervención del fuego, al igual que el herrero moldea el hierro que el fuego convierte en flexible y dúctil. Lo que entraña que el fuego se declaraba – precisa Eliade “como un medio de hacer las cosas «más pronto», pero también servía para hacer algo distinto de lo que existía en la Naturaleza, y era, por consiguiente, la manifestación de una fuerza mágico-religiosa que podía modificar el mundo y, por tanto, no pertenecía a éste.
La magia primitiva entrañaba el dominio del fuego y quienes la ejecutaban – el chamán, el curandero o el mago – a través del dominio del fuego hacían visibles otros poderes intangibles. Los saludadores eran una supervivencia de aquella condición.
Feijoo imagina un juego de manos
Feijoo, por supuesto, descarta que posean virtud alguna particular, ni divina, ni natural, ni demoníaca [23] y analiza los trucos de los que se valían para pisar barras de hierro al rojo, meterse en un horno o apagar brasas con la lengua. Sobre el poder pisar la barra al rojo escribe: El pisar la barra del modo que yo, siendo muchacho, lo vi hacer a un Saludador, es cosa facilísima. Con guarnecer las plantas de los pies con cualquier pasta medianamente gruesa, pueden defenderse del fuego aquel breve tiempo que pisan la barra. Mucho más, si la pasta fuere de algunos ingredientes de especial virtud para resistir, o apagar el fuego; y mucho más aún si se añade el que tengan las plantas muy callosas, como es natural que lo procuren, y fácil que lo logre [24].
Sobre la experiencia de encerrarse en un horno a altísima temperatura recomienda cuando llegase el caso, deberá examinarse con mucha sagacidad la experiencia: pues podría intervenir en ella algún engañoso juego de manos. Pongo por ejemplo: Podría tener el horno algún agujero, o por el suelo, o por los costados, por donde al punto de entrar en él el Saludador, o cuando sopla la llama se introdujese por operación de otro, que estuviese de concierto con él, agua fría en bastante cantidad para apagar el fuego, y templar el ardor. Pueden discurrirse muchos modos de ejecutar esto con tanto disimulo, que ninguno de los concurrentes perciba el artificio, si no es muy sagaz. Puede también el Saludador llevar muchos pequeños botijones, o vejigas llenas de agua debajo del vestido, prevenidas de tal modo, que se rompan, o desaten al tiempo de entrar en el horno, y bastará esta invención para librarle, si el fuego no es mucho. Acaso habrá otros juegos de manos para este efecto mucho más sutiles: pues si a mí me ocurren los dichos, sólo con pensar de paso en la materia, es de creer que los que ponen un continuo estudio en engañar el mundo con estas demostraciones, hayan adelantado mucho más [25].
El cuanto a la capacidad de apagar un ascua con la lengua asegura no tengo por muy difícil salvar la apariencia. Y añade Teniendo la boca bien húmeda, acercando la lengua a la brasa, en ademán de lamerla, pero sin tocarla efectivamente, y arrojando el aliento hacia la brasa siempre que se hace el ademán de tocarla, me parece que el copioso, y denso vapor que sale de la boca, la humedecerá de modo, que a breve rato se apague. Donde se debe notar también, que la respiración arrojada hacia la brasa, impele a la parte opuesta la actividad del fuego, de modo que no ofende la lengua, aunque se acerque mucho a él. Cualquiera podrá experimentar, que cuando se están soplando unas ascuas, por la parte donde se impele el aire se puede acercar más la mano que cesando el soplo. Sin embargo, he oído decir, que tal vez de esta acción de lamer la brasa sacan los Saludadores sus ampollas en la lengua [26].
La estirpe de los saludadores
En la Europa Ilustrada, esta clase de curanderos sólo perduraban en España. Así lo asegura Feijoo y lo repiten diccionarios y enciclopedias que incluyen el término saludadores. Lo cierto es que en España se trataba de un oficio reglado. Llama la atención de que se pudiera validar un don que se suponía de nacimiento, don que se manifestaba espontáneamente en el séptimo hijo, varón o hembra, de un matrimonio, cuando los seis hermanos anteriores eran del mismo sexo. O en aquellos que habían nacido en jueves Santo, Viernes Santo, Nochebuena o el día de la Encarnación. O en los que habían llorado en el vientre de su madre y esta, tras haberlo oído, no lo hubiera revelado. O ser el mayor de dos hermanos gemelos. O haber nacido con el mantillo o bolsa amniótica, En todo caso los saludadores tenían que superar un examen ante el obispo de la diócesis o el Tribunal de la Inquisición, que les capacitaba para ejercer su oficio.
Se decían descendientes de Santa Catalina de Alejandría, cuyos devotos celebran la invulnerabilidad y mostraban en su carne grabada una rueda como signo de su origen milagroso.
Faustino Chacón logra aunar la estirpe de los saludadores con el camino marcado por Richardson para la estirpe de los traga-fuegos y hombres salamandra. Es decir funde unas prácticas mágicas que tienen un origen mítico y se hallan sacralizadas, aunque en decadencia, con un espectáculo. En la crónica de un periódico de la época se aprecia con claridad. Tras hablar de la expectación que han producido sus actuaciones en Francia, que han vertido ríos de tinta en la prensa extranjera, expresa su decepción al encontrar ante un espectáculo como lo puede ser la Fantasmagoría, las sombras chinescas, los equilibrios y grupos de la Romanini y compañía, y los admirables gorjeos de Madama Catalán [27], todas ellas atracciones populares de la cartelera madrileña.
Faustino Chacón inaugura una variante del faquirismo escénico, una dinastía de artistas que serán conocidos, sobre todo en París, como los faquires españoles. Aúnan el arte callejero de los traga fuegos y los procedimientos de los saludadores. ¿Por qué se denominaban españoles? A principios del siglo XIX, sólo en dos países europeos esta tradición estaba viva. Uno de ellos era España y otro de ellos Bulgaria según el libro Des erreurs et des préjugés répandus dans la société [28]. Se trata de una obra que alcanzó gran popularidad, escrita por alguien a quien podríamos denominar un publicista de la época. Jacques Barthélémy Salgues fue profesor de elocuencia en Sens, escapó por los pelos a la guillotina y dedicó su tiempo a recopilar los miedos ancestrales, las creencias atávicas, las supersticiones que sobrevivían al bisturí de la Ilustración. Habla de unos seres superiores, con el nombre de ensalmadores, santiguadores, saludadores que tenían entre otros poderes – como el de curar las enfermedades con saliva – el de manipular el fuego impunemente, tragar aceite hirviendo, andar sobre carbones encendidos y ardientes, pasearse cómodamente entre troncos inflamados. Con respecto a Bulgaria cita el pueblo de Kosti, en cuya iglesia en llamas, se oyó un suspiro. Eran los iconos que pedían ayuda. Las gentes del pueblo que acudieron, pudieron atravesar las llamas sin quemarse. Sus descendientes, desde entonces, saltan el fuego como posesos el día de San Costantino, danzando entre las llamas, mientras tocan la cornamusa.
Toda una tradición cultural de la que reclamarse continuador y partícipe, Por una parte la de los saludadores, que sustentaban la fe en la supuesta capacidad de curar mediante estas demostraciones poder visibles, como la inmunidad a la acción del fuego. Y, por otra, ritos de iniciación como el andar sobre brasas de los fuegos del solsticio de verano, que perviven en las hogueras de San Juan y otras fiestas similares.
Referencias legendarias y desafío a la razón
Reclamarse como parte de una tradición cultural legendaria y perpetuada en el tiempo es una forma de lo que los magos llaman miss direction. En este caso una manera de desviar la atención del verdadero origen de sus artes. La magia no se sitúa en una región que se pueda hallar en los mapas. Los magos, como los pintores y los poetas, buscan ampararse en regiones imaginadas, donde perderse en los deseos intactos a las devastaciones del tiempo, libres de las imposiciones de la realidad, intangibles como la libertad y la esperanza, siempre posibles. Para lo románticos uno de esos lugares es España que conserva tradiciones ancestrales, desaparecidas en otros países europeos. Otro es Oriente, cuya imagen legendaria fue acuñada por Heródoto. Una estampa colmada de asombro en la que la perplejidad y la extrañeza presagian lo sobrenatural y saborean una sabiduría misteriosa y oculta. Viajeros posteriores, como Pedro Tafur, Benjamín de Tudela o Marco Polo bosquejarán las rutas de la aventura hacia un universo donde habita lo otro, lo distinto, lo desconocido.
En las calles de la India vieron una forma de magia, antigua como el propio hinduismo, relacionada con los misterios védicos, cuyos secretos trucajes se remontaban a Egipto o Mesopotamia. Sagas familiares de prestidigitadores transmitían esta clase de conocimientos de padre a hijos. Era más difícil asistir a su ejecución por parte de los faquires, ascetas cuyo nombre significa etimológicamente mendigos. No solían prodigarse en público, pero se les atribuían prodigios como la cuerda india, la levitación, la suspensión en el aire, el enterramiento vivo y otros desafíos a la resistencia física y mental, tales como caminar sobre el fuego o sobre cristales, tragar fuego o cuchillos y tenderse sobre camas con clavos.
De China llegaron, a su vez, noticias de los echadores de cuchillos sumamente hábiles que silueteaban un cuerpo con sus dagas. También eran capaces de cortar a un hombre en dos con una espada. O de efectos más delicados como la producción de peces dorados que ejecutaba el mago francés Phillippe desde 1837, imitando lo que había visto hacer a un mago chino que actuaba en Dublin.
Los libros de grabados hacían visibles los prodigios que sucedían en tierras lejanas, Jean Nievenhoff en su Description general de l´empire de la chine, [29]describe algunas prácticas próximas al faquirismo entre los monjes orientales como la de encender fuego sobre la cabeza. Bernard Picart [30] en su Traité des cérémonies religieuses de toutes les nations, se refiere a ciertos mendigos que quemaban drogas sobre su cabeza y muestra un monje arrodillado con un penacho de fuego. Son imágenes que inspiran una soberbia aguada de Goya con un título extraordinario: Pobre en Asia que se enciende la cabeza hasta que le dan algo. Recordemos que faquir es sinónimo de mendigo.
El rey del fuego y la mujer incombustible
Para los llamados faquires españoles, la referencia legendaria serán los saludadores.
Otros magos occidentales adoptarán el personaje del faquir hindú, el derviche musulmán o el mago chino. Pero no todos los continuadores de Richardson y de senor Lionetto se presentan bajo advocaciones legendarias. Dos de los más relevantes - Chabert y Madame Giradelli - planteaban su espectáculo como un desafío a la razón, en un marco contemporáneo, lo que demuestra que lo que hacían seguía resultando incomprensible.
Previamente Chabert había pasado realmente mucho frío. Durante la Campaña de Rusia, sirvió en las tropas de Bonaparte. Fue hecho prisionero por los rusos y deportado a Siberia, donde soportó grandes penalidades y un clima inhóspito hasta que logró escapar a Inglaterra. Allí y en Estados Unidos transcurrió su carrera artística. Perfeccionó uno de los efectos del senor Lionetto: la introducción en un horno encendido. Fue su número estrella. Mostraba en el escenario un artilugio de hierro que tenía el aspecto de un auténtico horno de panadería. Una vez encendido y calentado al máximo, se introducía en él con una pierna de cordero y no volvía a salir hasta que esta estaba perfectamente asada.
Hacia 1816 causó pasmo en Inglaterra una mujer incombustible. Actuaba con el nombre de Madame Giradelli. Un grabado de Charles Willians la presenta vestida con un coqueto traje con volantes y pantalones. Una de sus manos parece acariciar las llamas de un brasero del que sobresalen los muslos de un pollo o pavo en trance de asarse. La otra sostiene sin protección una paleta al rojo vivo que, al aproximarse al cuero cabelludo, riza sus cabellos. Uno de sus pies se apoya en una piedra candente. Sobre un velador se aprecia una jarra de aceite, un platillo que parece de peltre con piezas de metal y un tarro de cristal, tal vez relleno de ácido. En un segundo plano, humea el plomo fundido. Madame Giradelli bebía ácido sulfúrico y comía velas encendidas, fuego y metales derretidos.
Podemos considerar las actuaciones de Chabert y de Madame Giradelli como actuaciones laicas. Pero en la mayoría de los casos las demostraciones de incombustibilidad recurrían a una cobertura legendaria. El mago en escena representa el personaje de un mago. Compone y construye una personalidad de ficción a partir de sus fantasías, deseos y sueños. También de su temperamento, carácter, preparación y conocimientos, de los códigos de la escena y las demandas del público.
¿Una de las demandas del público al contemplar un juego de magia es el diálogo imaginativo entre lo que ve y lo que Jung denominaba el inconsciente colectivo, el sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, compuesto por símbolos primitivos con los que se expresa los contenidos de la psique que está más allá de la razón? La vinculación del efecto mágico con un referente legendario facilita la conexión con las imágenes primordiales que se revelan a través de los símbolos desde la sombra del lado inconsciente de la personalidad y afectan emocionalmente a la conciencia.
No todos los faquires españoles habían sido saludadores. Pero el hecho de provenir de un país en el que seguían existiendo estos seres de inexplicable poder, dotaba de una cobertura mítica a sus actuaciones e invitaba a la imaginación a abandonar el presente e iniciar un recorrido incierto hacia los remotos orígenes. Tampoco era imprescindible para los faquires hindúes ser originarios de la India. Todo sucedía en escenario, no lo olvidemos. Los que se presentaban como derviches tal vez habían pertenecido o no a una cofradía sufí. Unos y otros creaban un personaje escénico. Por ejemplo: Sería difícil apreciar diferencias entre dos de los magos chinos que realizaban maravillosos efectos con fuego: Chin Ling Foo y Chung Lin Soo. Uno de ellos era chino y el otro no, pero murió víctima de su propio personaje. ¿La escena tiene su propia realidad? ¿Y qué decir de la magia? Para la magia la realidad es un calcetín al que se puede dar la vuelta.
Fueron muchos los ilusionistas que reprodujeron las experiencias de los faquires. En el caso de la incombustibilidad se ha desarrolló una magia del fuego riquísima en efectos, muchas veces sutilísimos, otras espectaculares. Una versión actualizada de la incombustibilidad sería el espectáculo…
En cuanto a los hombres incombustibles españoles, siguieron actuando bajo la apelación de faquires españoles hasta el primer tercio del siglo XX. Durante su exilio en Francia, entre 1824 y 1828, Goya pudo contemplar el espectáculo de Martínez, que se introducía en un horno con un pollo y no lo abandonaba hasta que el ave estaba en su punto [31]. Muchos años después Paul Heuzé cita a un faquir español que actuaba en París un siglo más tarde. El libro de Heuzé [32] prueba que esta clase de espectáculos cien años después seguían provocando encendidas polémicas, lo que explica que continuaran exhibiéndose como fenómenos extraordinarios y no sólo como artista de la ilusión.
Explicaciones convincentes
Sin embargo, tras la vuelta a España en 1806 de Faustino Chacón, el señor Lionetto, en el segundo folleto planteaba preguntas incisivas. ¿Qué confianza podemos tener en Chacón a la vista del embarazo y rutina con que ejecuta sus habilidades? Si su cutis es igual en todas partes o el específico sirve para todas ellas ¿Por qué no coge las barras con la mano indistintamente en cualquier punto? ¿Por qué no las aplica con firmeza en cualquier parte del cuerpo o de la cara sin pasarlas rápidamente sólo por unas? ¿Por qué cuando pone el pie en el plomo no lo mantiene fijo, sin aquel acelerado movimiento oscilatorio que se advierte? Sin duda el que lo escribió era un hombre perspicaz y ofrecía respuestas convincentes.
La prueba de la vela encendida se le antoja demasiado trivial y la del aceite hirviendo similar a la del plomo. De la del aguafuerte, dice que este ácido no afecta a las grasas. De manera que si se tiene la precaución de tomar materias grasientas se puede beber aguafuerte y luego volitarlo.
El anónimo autor es hombre preparado y perspicaz y ofrece su versión de casi todas las suertes que realiza Faustino. La prueba que menos extrañeza debe causar es la del^ horno, pues es bien sabido que el cuerpo humano puede resistir un grado extraordinario de calor, y acaso mayor del que ha manifestado Chacón. A la seguridad con la que se expresa quizá contribuyó la traición del criado de Chacón. Este hombre traicionó a su amo, revelando los secretos de todos los ejercicios que realizaba, en una sesión ante un público interesado y docto, en la misma Fonda del Ángel donde el hombre incombustible se había alojado y había ofrecido sus actuaciones. Uno de estos ingenios doctos sería el del anónimo redactor del folleto. Mi hipótesis es que se trataba de Josep Antonio Durán, el científico criollo que ya asistió a la primera demostración de Faustino en Madrid. En 1806 Durán tradujo los Nuevos elementos de terapéutica y de materia médica: seguidos de un nuevo ensayo sobre el arte de formular que prestaba gran atención a las enfermedades de la piel, pues su autor Jean Louis Albert fue uno de los fundadores de dermatología. .
Su conclusión es que Faustino Chacón hace en definitiva las mismas destrezas con el fuego que las que realizaban los saludadores.
Sementini está a punto de quemarse
Faustino Chacón no pudo convertirse en el senor Lionetto en España. Sin duda, en parte, por la traición de su criado y por la publicación del folleto que acabo de comentar. Pero sobre todo porque en España seguían existiendo los saludadores. Lo que en otros países ofrecía una cobertura mítica, o al menos legendaria, en España era una realidad cotidiana, al alcance de la mano. No era un acicate para la imaginación, sino para la inteligencia. Lo que era difícil de comprender por parte de los científicos, por las razones que antes he aducido, estaba más claro para quienes se hallaban al tanto de las prácticas tramposas de estos. Recordemos que Feijoo ya las había explicado muchos años antes. Casi desde el principio en España se asimiló las habilidades ignífugas de Faustino a los saludadores y a sus prácticas tramposas.
Chacón no podía ser Lionetto en España. Tuvo que proseguir su carrera artística en otros países. con un notable éxito, influencia e imitadores. No cabe duda que se convirtió en un gran artista, pero su mayor aliado siguió siendo el calórico. Los sabios se preguntaban si ¿su substancia hidrogenada y carbonada es menos susceptible de inflamación y de descomposición por el contacto de un cuerpo ardiendo? Atribuían sus prodigios a una una disposición natural, tal vez, perfeccionada por la costumbre, el hábito y el entrenamiento. Algunos hacían notar que cuando aplicaba a su cuerpo un hierro candente, nunca prolongaba la aplicación mucho tiempo y se percibía un olor desagradable. Se hacían otras consideraciones como que el calor es más fácil de resistir que el frío, que los incombustibles que derriten plomo en su lengua o pasan por ella una barra ardiente, no son capaces de beber agua hirviendo. También cayeron en la cuenta de que una gota de agua pude permanecer un buen rato sobre un hierro al rojo sin evaporarse o que las quemaduras de un hierro a medio enfriar son más virulentas que las de un hierro al rojo.
Recorrió numerosas ciudades europeas
Lionetto seguía siendo un fenómeno extraordinario e inaudito cuando actuó en Nápoles en 1809. Allí asistió a sus funciones un profesor de química de la Universidad. El profesor Sementini reconstruyó el acto en su memoria con la minuciosidad de una miniatura. En su informe anotó [33]: Cuando el hombre incombustible aproxima su cabeza a la plancha de hierro, sus cabellos exhalan una gran cantidad de vapores blanquecinos y densos. Algo que sucede también cuando toca con la planta del pie la barra echa ascua. Dice que se va a tragar un vaso de aceite hirviendo pero sólo introduce en su boca el cuarto de una cucharada. Y vierte sobre su lengua unas pocas gotas de plomo derretido; Al apretar entre sus dientes el hierro encendido su rostro expresa cierto sufrimiento [34].
También se fijó en otros síntomas. Tenía la lengua cubierta de una capa semejante a la saburra de que se carga en varios afectos gástricos y su dentadura estaba toda negra. Su conclusión fue que Chacón/ Lionetto utilizaba algún ungüento paro proteger la piel. Apeló a todos sus conocimientos de las substancias químicas para lograr un preparado de similar eficacia para preservarse de la acción del fuego. Y no sólo eso. Lo probó en sí mismo. Emociona pensar en el viejo profesor, en la soledad de su laboratorio, quemándose los dedos. Porque los primeros ensayos fueron infructuosos, ¿Cuánto tiempo y sufrimiento le costaría dar con la fórmula?
¡Qué gran día aquel en el que logró acariciar suavemente su cuerpo con una barra al rojo! ¡Al fin funcionaba! Ensayó una, dos, tres veces, Siempre con éxito, Se friccionaba un mejunje de ácido sulfúrico, alumbre, jabón y azúcar en polvo. También era efectivo en la lengua.
Estaba escrito
Al principio de este artículo dije que la receta para volverse incombustible estaba escita desde hacía mucho tiempo, pero pocos o nadie la habían leído. Efectivamente Alberto Magno, un auténtico ilusionista, desveló la técnica para tolerar el fuego en su libro De Mirabilibus Mundi: Si quieres traer fuego en la mano sin que te ofenda, toma cal desleída en agua caliente de habas, un poco de zumo de malvas, otro de malvavisco, mezclado todo muy bien, úntate luego la palma de la mano y después de déjala secar, pon en ella fuego, que no recibirás daño alguno.
Para la admirable experiencia de hacer que los hombres caminen sobre el fuego sin lesión, o que sin ella se lleven en la mano un hierro encendido, tomarás zumo de malvavisco, o malva fina, una clara de huevo, cal y semilla de la hierba zaragatona, y reduciendo todo a polvo, añadirás zumo de rábanos. Con esta mezcla te untarás el cuerpo o manos y dejarás que se sequen, volviendo después a untarte de nuevo podrás manejar el fuego sin temer que te ofenda.
Pero muchísimo antes, el obispo Hipólito había escrito la fórmula que utilizaban los sacerdotes de las religiones grecolatinas para realizar esta clase de prodigios. La publicó en su Refutación de todas las herejías [35], que durante mucho tiempo se denominó Philosophumena. Con ese nombre equívoco La obra fue atribuida a Orígenes hasta que el arqueólogo Minoides Mynas, descubrió nuevos manuscritos que completaban la obra en un convento en el Monte Athos .
He aquí lo que hacían los sacerdotes de la Antigüedad para ser inmunes al fuego:
Colocan una caldera llena de pez sobre el fuego, y sumergen
las manos cuando la mezcla hierve, sin quemarse[…] Si introducen
las manos en la caldera en el momento en el que el líquido parece
hervir, es porque han vertido vinagre, azufre y pez húmeda, antes de
encender el fuego. El vinagre unido al azufre, alcanza una
temperatura moderada y pone en movimiento a la pez, haciendo
brotar a la superficie burbujas que estallan y dan la impresión de que
todo hierve. Antes de sumergir las manos ahí, las han lavado varias
veces con agua salada; de esta forma no se queman, aunque la pez
hierva realmente. Y si impregnan sus manos en una mezcla de
pomada de mirto, azufre, goma arábiga y vinagre. Y se las lavan
varias veces en agua salada, no pueden quemarse ,
Hipólito vivió en el siglo IIIº. Fue un hombre cultísimo, brillante discípulo de San Ireneo, que parece ser que fue elegido el primer Antipapa en el año 217. Pero que nadie se asuste, porque se reconcilió con la iglesia dos décadas después, murió mártir y hoy en día es venerado como santo.
Pero no todo estaba escrito
Los científicos actuales explican por qué es posible andar sobre brasas ardientes sin quemarse sin recurrir a ningún tipo de ardid: Si el fuego está adecuadamente dispuesto, claro. La causa es debida a que la conductibilidad térmica del carbón es muy pequeña y no se trasladará al pie si la pisada es rápida. También interviene la capacidad calorífica. El pie absorbe una gran cantidad de calor de las brasas sin cambiar mucho su temperatura. Esta es otras de las razones por las disminuye el calor transmitido.
También se puede introducir la mano en plomo fundido a 5ooª C. Cuando se introduce fugazmente y se retira de inmediato, la transpiración se evapora y provoca una fina capa de vapor suficiente para mantener aislada la piel del plomo fundido [36].
Como cualquier mago Faustino Chacón, el senor Lionetto, pretendía sorprender, asombrar y fascinar a su público realizando fenómenos de apariencia imposibles, que parecen vulnerar las leyes de la física. Sin embargo, en su caso precisamente son las leyes de la física las que suscitan la sensación de que las leyes de la física han sido transgredidas. ¡Qué hermoso arte el que es capaz de desafiar la percepción, los sentidos y el entendimiento, provocar tan interesante paradoja, hablar al mismo tiempo con el lenguaje de la ciencia y el lenguaje del mito, encantar desencantando y desencantar encantando!
Notas
[1] Jean Bottéro: Notes sus le feu dans les textes Mésopotamiens. En Le feu dans le proche-orient Antique, Leyden, E.J.Brill, 1973
[2] El Mercurio de España, Julio 1803, págs. 274-278
[3] Disertación sobre el caso raro anunciado por la gaceta a principios de agosto, a saber, haberse descubierto en uno natural de Toledo vitud para resistir a todo fuego. Toledo, 1803, Tomas Anguiano [4] El Mercurio de España, Julio 1803, págs. 274-278
[5] Con el tiempo el Virreinato de Nueva Granada, Virreinato de Santafé o Virreinato del Nuevo Reino de Granada se convertiría en Colombia tras su independencia de la Corona española en 1819.
[6] Ruiz y Pavón sostenían contra la opinión de Mutis que las quinas naranja, Roja, amarilla, y blanca de santafé son especies notoriamente inferiores a la de Loja y perú, Que las quinas naranja,roja, amarilla, y blanca de Santafé eran de una clase inferior, mucho menos eficaz desde el punto de vista médico, que la de Perú. De manera que ponían en tela de juicio la expedición a Nueva Granada y la preparación de Mutis y sus ayudantes. Su pretensión respondía a los intereses de algunas casas mercantiles que comercializaban la especie chichona. Las consecuencias fueron terribles para el conocimiento, por la creación de prejuicios insostenibles, y para la medicina, pues grandes cantidades de la mejor quina enviada por Mutis fueron incineradas o compradas secretamente por los ingleses, alcanzando altísimos precios en Londres.
[7] Cavanilles y Zea: una amistad político-científica. De Diana Soto Arango, 2000
[8] Ver María del Carmen Simón Palmer, “Diversiones populares: espectáculos de física recreativa”, Villa de Madrid, 44 (1974), pp. 62-66; “Acróbatas, músicos callejeros, forzudos y seres deformes. Diversiones del pueblo madrileño en el siglo XIX”, Villa de Madrid, 60 (1978), pp. 71-74 y “Diversiones populares madrileñas en el siglo XIX”, en J. Álvarez Barrientos y Antonio Cea Gutiérrez (eds.), Actas de las Jornadass obre teatro popular en España, Madrid, CSIC, 1987, pp. 185-192)..
[9] Ver El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808) . doscientos años después
de José Ramón Guzmán Álvarez, Marta Camino Serrano, Departamento de Ingeniería Forestal, Universidad de Córdoba publicado en la Plataforma del Conocimiento del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, escaneado por la Fundación San Millán de la Cogolla de La Rioja con la colaboración del Departamento de Ingeniería Forestal de a Universidad de Córdoba.
[10] Catalogue des livres, dessins et estampes de la bibliothèque de feu M. J.-B. Huzard par P. Leblanc ... Paris, 1842 ; La bibliothèque de Jean-Baptiste Huzard par B. Robin in "Recueil de médecine vétérinaire", mars/avril 1996.
[11], Un chirurgien fléchois, Charles Boucher,(1742-1812) Recherche sur les hommes réputés incombustibles, à l'occasion d'un Espagnol, doué de cette faculté (1805), Ver Pierre Lefebvre, Louis Guillaumat,Jean-Charles Sournia ** Un chirurgien fléchois, Charles Boucher,(1742-1812) pendant la Révolution http://www.biusante.parisdescartes.fr/sfhm/hsm/HSMx1990x024x001/HSMx1990x024x001x0029.pdf
[12] El Mercurio ya citado se refiere al cutis fino y suave,
[13] Danielis Bernoulli hidrodinamice, sen de viribus et motibus fluidorum comentarii opus academiam ab auctore dum petropoli ageret cogestum argentorati (1738).
[14] http://www.fis.cinvestav.mx/~jmendez/JMMA/historia%20calor.pdf
[15]Harry Houdini: Miracle mongers and their methods, Capítulo III.
http://www.52jyw.com/ebook/%E7%94%B5%E5%AD%90%E5%9B%BE%E4%B9%A6/035/G/B3036513.pdf
[16] Breve Discurso sobre las operaciones que el hombre incombustible ha manifestado al publico en Madrid, año de 1806 : en la Imprenta de Repullés, frente al convento de la Merced, 1806 ,
[17] The Diary of John Evelyn, Volume II (of 2) by John Evelyn http://www.gutenberg.org/ebooks/42081
[18] The Diary of John Evelyn, Volume II (of 2) by John Evelyn http://www.gutenberg.org/ebooks/42081
[19] Arte de hacerse incombustible ó Exámen de los medios y específicos de que algunos han hecho uso para resistir... la acción del fuego , Madrid : Imp. Real, 1806 VE/574/37
[20] Libro 11 de la Eneida
[21] Folleto 2
[22] Discurso Iº, Tomo 3ª Teatro crítico Universal. http://www.filosofia.org/bjf/bjft301.htm
[23] Discurso Iº, Tomo 3ª Teatro crítico Universal. http://www.filosofia.org/bjf/bjft301.htm
[24] Discurso Iº, Tomo 3ª Teatro crítico Universal. http://www.filosofia.org/bjf/bjft301.htm
[25] Discurso Iº, Tomo 3ª Teatro crítico Universal. http://www.filosofia.org/bjf/bjft301.htm
[26] Discurso Iº, Tomo 3ª Teatro crítico Universal. http://www.filosofia.org/bjf/bjft301.htm
[27] Minerva o El Revisor general. 3/1–24/6/1806, Madrid : Imp. de Vega y Compañía, 1805-1818, Publicación en esa época bisemanal.
[28] Des erreurs et des préjugés répandus dans la société . Paris 1810 et 1811, F. Buisson, libraire rue "Gille-Coeur.
[29] Jean Nievenhoff en su Description general de l´empire de la chine, Citado por Mena Marqués, Manuela en: Coya y el espíritu de la Ilustración,o/J. cit., pág. 46l.
[30] Histoire générale des cérémonies, moeurs, et coutumes religieuses de tous les peuples du monde: représentées en 243 figures dessinées de la main de Bernard Picard, avec des explications historiques, et curieuses (Google eBook)
[31] Jacques Fauqué, Ramón Villanueva Etcheverría: Goya y Burdeos, 1824-1828, Oroel, 1982 .
[32] Paul Heuzé: Fakirs, Fumistes et Cie. Paris, Les editions de France. 1926.
[33] Diccionario de ciencias médicas por una sociedad de los más célebres profesores de Europa, traducido al castellano por varios facultativos de esta corte, tomo XX, Imprenta de don mateo pepull´es, 1824
[34] Diccionario de ciencias médicas por una sociedad de los más célebres profesores de Europa, traducido al castellano por varios facultati
Nadie ha comentado.