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A finales del siglo XIX el número de ovetenses que vivían dentro del casco urbano, no llegaba a 20.000 habitantes. Si a ellos sumamos a los vecinos del extrarradio y de las parroquias rurales , nos sale un total de 44.000 almas. Por aquellas fechas a los ovetenses se nos denominaba "gatos del forno". Según la definición de Fermín Canella, el apelativo se refería a gente ruidosa y desocupada, vamos, la que prolongaba la juerga hasta altas horas, y ya de madrugada, descansaba de sus correrías al calor del horno de las panaderías, establecimientos que abundaban extramuros de Oviedo.
De ahí proviene el nombre de gatos, tal vez porque, cuando no les veían, "arañaban" hogazas de boroña y pan de la bregadera. Los carbayones eran alegres, exagerados en amor y entusiasmo por su tierra chica. Igual que en la actualidad, también eran muy aficionados a la música, por algo se decía de los nacidos a la sombra de San Salvador: "Xente de Uvieo, Tambor y gaita".
Oviedo era un "cogollín" cuya energía vital se concentraba en los alrededores de la catedral, el ayuntamiento, Cimadevilla?, para qué seguir citando cuando con solo hablar del Oviedo redondo está claro por dónde palpitaba la ciudad: por La Encimada según Clarín; por Altavilla, de acuerdo con Palacio Valdés. Aunque el ensanche, con la llegada del ferrocarril y la consecuente apertura de la calle Uría para alcanzar la estación -culpable directa del derribo, en 1879, del árbol totémico que dio lugar a nuestro patronímico más querido-, prolongada años más tarde con la de Fruela, consiguió enlazar la ciudad medieval con la incipiente modernidad de finales del XIX, ya que rápido se urbanizaron los alrededores del Campo San Francisco, las huertas de Santa Clara, los Estancos, el Rosal, Santa Susana y El Fresno. El eje comercial se trasladó a Uría y sus inmediaciones.
Ya en el siglo XVI se instalaban tablados para las fiestas del Corpus. En el XVII se propugnaba un lugar apropiado para funciones teatrales con motivo de la festividades de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la diócesis. Por ese motivo se construye el Patio de Comedias, más tarde Teatro del Fontán (actual Biblioteca Pérez de Ayala), en la plaza de Daoiz y Velarde, edificio del que tan solo se conserva la fachada.
Se habilitaron corrales y tablados para representar comedias en la Plaza de la Iglesia Mayor, en la Plaza Mayor, en el patio del colegio de los Pardos, en el del mesón de Andrés de Castro; toros y juegos de sortija y romerías. Pocos más motivos de diversión existían en la ciudad. Aunque hay que matizar que bien debían de aprovecharse, quizás con exceso, cuando el mismo Canella afirma que: "Los ovetenses, dicho sea en honor suyo, no figuran frecuentemente en gran número en estadísticas penales; aunque por desgracia, si se propaga el uso de la navaja, antes desconocido, si se multiplican las tabernas y centros de disipación y no se persigue inexorablemente a las sociedades y garitos de juego, los resultados serán fatales para Oviedo".
El capitán Manuel Gómez Vidal publicó, en 1885, un plano de Oviedo, en el que se observa, al noroeste del Campo, por encima de Uría y a continuación del Hospicio, la Quinta de Villazón; lindando por la parte alta del citado parque la calle Santa Susana, en la que estaba instalada la fábrica de chocolate "La Perla Americana", establecida con anterioridad en la calle de la Rúa; en Llamaquique el Hospital-Manicomio, en El Fresno el depósito de aguas, la Quinta Roel en lo que hoy es Instituto Alfonso II . El resto eran huertas.
Desde 1857 se encontraba la capilla de Nuestra Señora del Buen Suceso (vulgo Santa Susana), en la que reposaba la imagen de la Virgen de la O, venerada en la capilla de La Balesquida, cuando en Pascua era llevada en procesión hasta Santa Ana de Mexide. Con anterioridad a la fecha citada su estructura se levantaba al final de la calle Rosal, entre las dos aceras, por lo que se vieron obligados a desplazarla a un lugar más adecuado, al principio de la de Pérez de la Sala.
El Camino de Santiago, además de gallofos y pícaros, siempre reunió en su entorno malabaristas, cómicos, equilibristas y demás personajes circenses y singulares, de los que algunos llevaban consigo pequeños entoldados que utilizaban para recibir al público y como vivienda. Pero son escasas las referencias que se encuentran referentes al circo en nuestra ciudad. Es en el último cuarto del siglo XIX, en que, desterrado de Madrid por motivos políticos, llega a Oviedo Plácido Lesaca que levanta uno de madera en terreno perteneciente a la huerta del palacio del Duque del Parque, justo en la parte trasera del Cañu del Fontán. Fue inaugurado en 1876 y en él incluso se celebraron obras de teatro y bailes; prestó servicio pocos años, probablemente haya cerrado sus puertas en 1881.
Aún no se había trazado la calle del Marqués de Santa Cruz y, desde los límites del Campo San Francisco y el correspondiente Jardín Botánico, todo era terreno de cultivo. Pues, dos años más tarde, en 1883, los señores José San Román, Telesforo Doiztúa y Ramón Valdés acuerdan formar una empresa para construir un circo entre las calles Quintana, Rosal y Santa Susana, en lo que era huerta de José Solís.
Cuenta Canella que para los espectáculos de ejercicios gimnásticos y ecuestres se habilitaban, provisionalmente, los patios de edificios, como el cuartel de Milicias y la casa del Deán. Con la construcción del circo de la calle Quintana, proyectado y dirigido por el Arquitecto municipal, Juan Miguel de la Guardia, inaugurado el 14 de agosto de 1884, la ciudad dispuso de un local apropiado, considerado exterior e interiormente muy agradable que, con una pista circular en el centro. Respondió al objeto para el que había sido creado, sacándole todo el partido posible pues, con algunas obras suplementarias, organizaron importantes temporadas de ópera y zarzuela.
En la de 1885, participó el tenor Lorenzo Abruñedo (Oviedo, 1836-Madrid, 1904), por aquellas fechas una de las mejores voces del mundo, que representó "La Favorita". Cuenta Luis Arrones que fue tan grande su triunfo que buena parte del público esperó a la puerta la salida del tenor para acompañarle hasta el domicilio familiar, en Oviedo, entre elogios y aplausos y, aunque no se llevó a cabo, hasta se propuso un nuevo nombre para la sala: el de Teatro-Circo Abruñedo.
Pues, aunque algunos no se lo crean, Oviedo, además de ejercer como centro de servicios, era una población industrial. Dan fe "La Amistad", Fábrica de Fundición y Construcción -fundada en 1856 en la calle de las Dueñas, construida de nuevo, en 1886, en la calle del 9 de Mayo-, y la "Fábrica de Fundición de Bertrand", fundada en 1860, en el paseo de Santa Clara.
La primera de ellas fue la encargada de suministrar las 16 columnas que sostenían el pabellón central y los herrajes de armadura, la segunda realizó antepechos, verjas y demás detalles metálicos, para unas lujosas instalaciones que daban cabida a 1.692 espectadores distribuidos de la siguiente forma: 32 palcos, 288 butacas en patio de pista y 1372 asientos de grada.
Marcado por la fatalidad aunque coordinado en el tiempo con el que llegaría a ser coliseo por excelencia, el Circo Santa Susana cumplió en Oviedo el destino para el que había sido levantado. Comento esta salvedad porque los escasos años que sobrevivió, fue capaz de mantener el sagrado fuego cultural en la ciudad de Clarín; en él se representaron óperas, operetas, zarzuelas, sesiones de bel canto, música sinfónica, masas corales, obras de teatro?, hasta una becerrada. Mientras tanto la construcción del nuevo teatro sufría un retraso tras otro, ya que hasta el 17 de setiembre de 1892, con la puesta en escena de "Hugonotes", no se inauguró el Teatro Campoamor.
Poco duró la felicidad en la casa del pobre. En la aciaga noche del 11 al 12 de julio de 1893 las campanas de San Isidoro tocaron a rebato, sonó con fuerza el silbato de los serenos; nada pudieron hacer bomberos, Guardia Civil y soldados del Batallón de Cazadores Habana. Un voraz fuego, retroalimentado por la estructura de madera y el material altamente inflamable de butacas y cortinas hicieron inútil su esfuerzo. El depósito de agua del Fresno, con una capacidad de 4.200 metros cúbicos, no aportó suficiente presión para extinguirlo con rapidez, tanto, que las llamas alcanzaron los edificios contiguos, poniendo en peligro la casa situada en la esquina Santa Susana-Rosal, y el "barrio oculto" enclavado en el solar Quintana-Rosal. La Providencia cuidó que no hubiera víctimas, aunque del circo Santa Susana tan solo quedaron las cenizas, cifrándose las pérdidas en más de un millón de reales.
Si bien, en 1902, De la Guardia presentó en el Ayuntamiento de Oviedo un nuevo proyecto de circo que se levantaría en la plaza 27 de Marzo (actual Escandalera), jamás se construyó, desapareciendo para siempre de la ciudad como instalación fija.
Algún intento más se hizo por revivir el circo en Oviedo. En la esquina San Juan-Jovellanos se encontraba el famoso Hotel Restaurante Francés y, en la fachada a San Juan, el lugar desde el que partían las diligencias de la "Ferrocarrilana", unas hacia Salas-La Espina- Tineo-Cangas- Luarca y Castropol y otras para Avilés-Soto-Pravia y Cudillero.
A su lado el "Teatro Celso", inaugurado en mayo de 1906, ofrecía Conciertos, Bailes, Funciones Teatrales, Circo, Cinematógrafo y otros Espectáculos, local que con el tiempo pasó a llamarse, hasta su desaparición, en 1934, "Teatro Jovellanos".
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