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Queridas fieras

Genís Matabosch



El Príncipe Rainiero III de Montecarlo, gran defensor de los derechos de los animales, ha invitado al Principado a los elefantes del “Gran Circo Mundial” para que actúen el próximo mes de enero en su prestigioso “Festival Internacional del Circo”. Quienes conocemos al príncipe sabemos de su gran amor por los animales y de su negativa rotunda a que actúe en su festival cualquier número del que se pueda desconfiar del empleo de la violencia en el adiestramiento.

En el año 2000 el “Circo Mundial” ya presentó en dicho festival un bellísimo número de equitación y, en varias ocasiones, han trabajado en Montecarlo números de fieras que, antes o después, los barceloneses tuvimos el privilegio de admirar en dicho circo. Ya en sus orígenes circo y animales son dos términos inseparables: el circo nace a finales del siglo XVIII siendo un espectáculo íntegramente ecuestre.

Más adelante, y gracias a la familia germana Hagenbeck, los circos fueron incorporando presentaciones de razas variadas, no sólo de animales sino también de personas. El exotismo inundaba los circos del cambio de siglo y merced a este espectáculo los aldeanos vieron los primeros paquidermos o las primeras troupes de saltadores africanos Eran los tiempos de los circos “Krone”, “Sarrassani”, “Gleich”…

Desde 1950 hasta nuestros días se han realizado numerosos estudios de referencia de veterinarios y otros expertos universitarios (Heideguer, Lévy, Livet) alrededor de la psicología de los animales en circos. Desde diferentes puntos de vista, todos aparecen de acuerdo en que la relación entre el hombre y el animal en el circo es de cooperación y no de dominación, de reales compañeros de trabajo. Por lo que respecta a las fieras se trata de animales nacidos en el propio circo lo que supone, por un lado, que la reproducción en el hábitat es garantía de excelente adaptación y, por otro, que no trabajan en el circo animales recogidos directamente de la naturaleza.

Desde la “Convención de Washington”, y según las diferentes reglamentaciones estatales, todo animal que viaja con un circo debe pasar regularmente inspecciones veterinarias y estar en posesión de su documentación correspondiente. Hoy los dos mayores centros de conservación y reproducción de elefantes pertenecen a dos de los circos más prestigiosos del mundo: el “Ringling” de Estados Unidos y “Knie” de Suiza.

Tal como afirma la doctora inglesa Marthe Kiley-Worthington en su estudio “Animals in Circuses and Zoos: Chiron's World?” Encargado por la UFAW (Federación de Universidades para el Bienestar Animal) “es importante evitar asustar a los animales durante la doma pues es cuando pueden volverse peligrosos.

En general se utiliza el refuerzo positivo: recompensa mediante comida o cariños.” El estudio concluye que aunque tienen que introducirse mejoras, en los circos por su naturaleza no se causa sufrimiento ni se estresa a los animales.

Por todo ello, es imperioso exigir a nuestros representantes políticos una mayor coherencia en sus planteamientos. No es posible que el mismo Ayuntamiento que dicta la prohibición de “utilizar animales salvajes en cautividad en los circos” administre el zoo de la ciudad: un espacio donde malviven centenares de animales y se ofrecen espectáculos de delfines amaestrados. A diferencia del delfín, el elefante es un animal más doméstico habituado a la convivencia con el hombre, como bien sucede en la India, donde el paquidermo realiza tareas que corresponden a nuestros caballos de tiro.

En conclusión, el Ayuntamiento que permite la venta de animales exóticos en la Rambla, el mismo que presenta animales en los estrechos espacios de cautiverio del zoo, ha decidido privar al público barcelonés de números de doma con animales “salvajes”. Hoy, los animales del “Gran Circo Mundial” sueñan con el éxito que les pueda aportar su pasaje por Montecarlo mientras añoran el cariño que recibían anualmente del público de la ciudad.

Parafraseando a Anacardis, “la ley es una telaraña que detiene a las moscas y deja pasar a los pájaros “.

Fuente: La Vanguardia, 7 de octubre de 2004

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